Fin de temporada del Real con bis del coro en 'Nabucco'

Madrid

06 / 07 / 2022 - José María MARCO - Tiempo de lectura: 3 min

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nabucco-teatroreal-operaactual (3) Anna Pirozzi (Abigaille) junto a la Fenena de Silvia Tro Santafé © Teatro Real / Javier DEL REAL
nabucco-teatroreal-operaactual (3) Luca Salsi como Nabucco © Teatro Real / Javier DEL REAL
nabucco-teatroreal-operaactual (3) El coro titular del Teatro Real en el momento del bis del 'Va, pensiero' © Teatro Real / Javier DEL REAL

Teatro Real

Verdi: NABUCCO

Luca Salsi, Anna Pirozzi, Michael Fabiano, Silvia Tro Santafé, Dmitry Belosselskiy, Simon Lim, Fabián Lara, Maribel Ortega. Dirección musical: Nicola Luisotti. Dirección de escena: Andreas Homoki. 5 de julio de 2022.

La temporada del Teatro Real se cerraba a lo grande, con la vuelta al escenario de Nabucco después de 150 años, título del que se ofrecerán 15 funciones. Cuando se quiere atraer al espectador, ahí está Verdi, aunque esta ópera que lanzó a su autor siempre plantea problemas específicos. El primero atañe al libreto, disparatado, pero con el que su autor, Temistocle Solera, logró cautivar a Verdi. Lo hizo gracias a la concentración en una trama trágica sobre el poder, tema que el compositor no abandonaría nunca, y también por el recurso a fórmulas propias del oratorio, trascendentes y serias, primera aparición de la inherente dignidad del arte del compositor. La otra dificultad viene de las exigencias vocales.

La gran protagonista es Abigaille, papel complicado donde los haya, que Anna Pirozzi resolvió con elegancia y el requerido histrionismo: voz densa, aterciopelada, capaz del forte más enérgico, las agilidades más despiadadas y algunos pianissimi infinitos de los que detienen el tiempo. Alguna dificultad en sus graves no empañó una interpretación de gran clase. El Nabucco del barítono Luca Salsi, de empaque verdiano, estuvo a la altura, fatuo y arrogante cuando conviene y patético y humano cuando es necesario. Michael Fabiano derrochó energía y vitalidad, con una voz esmaltada y brillante, en un papel poco lucido. Y Silvia Tro Santafé lució una voz preciosa, con un vibrato bien utilizado y una impecable línea de canto en su conmovedora intervención del último acto. El Zaccaria de Dmitry Belosselskiy no estuvo a la altura de lo requerido, con un instrumento falto de proyección y consistencia, aunque resultó muy creíble en lo escénico.

"Con una ovación interminable, el público consiguió del Coro del Real el bis de una interpretación emocionante y virtuosística del 'Va pensiero'"

Mención aparte merece el Coro Titular, auténtico protagonista de la obra, al unísono o desdoblado, con empaste, color y convicción, capaz de dotar de expresividad al casi continuo fortissimo en el que se mantuvo todo el primer acto, de efecto un poco demasiado apabullante en alguna ocasión. Con una ovación interminable, el público consiguió el bis para una interpretación emocionante y virtuosística de “Va pensiero”, homenaje bien merecido a unos cantantes que han hecho cosas extraordinarias durante la temporada. Muy bien, con gran presencia vocal, Simon Lim como gran sacerdote y excelentes Fabián Lara y Maribel Ortega.

La Orquesta Titular, puesta a prueba por una partitura en la que Verdi ensaya algunos de los recursos que llegarán a ser marca de la casa, estuvo magnífica a las órdenes de un verdiano de pro como es Nicola Luisotti. Desde el primer compás contagió a todo el teatro de la energía de este primer Verdi, sin olvidar las sublimes intervenciones de la banda fuera del escenario.

El director de escena Andreas Homoki planteó un escenario desnudo, presidido por un gigantesco panel que giraba o avanzaba un poco como le venía en gana: todo verde, eso sí, por referencia al color de los patriotas italianos. Claro que en lugar del conflicto entre judíos y babilonios, aquí se enfrentan un pueblo a lo Novecento –sobre todo los hombres– y una corte a lo Segundo Imperio, que quería representar a los muy villanos austríacos invasores de Italia, con el recurso, para mayor escarnio, de alguna escena a lo musical norteamericano. Como es natural con este tipo de soluciones, la obra pierde dignidad y grandeza. Si les hubieran puesto un Nabucco como este, seguro que los italianos de 1842 habrían preferido seguir gobernados desde Viena… A pesar del abucheo a la puesta en escena, la velada resultó todo un éxito.  * José María MARCO, corresponsal en Madrid de ÓPERA ACTUAL