CRÍTICAS
INTERNACIONAL
Éxito apoteósico de la ópera rusa en la 'prima' de La Scala
Milán
Teatro alla Scala
Musorgsky: BORIS GODUNOV
Inauguración de la temporada. Nueva producción
Ildar Abdrazakov, Lilly Jørstad, Anna Denisova, Ain Anger, Dmitry Golovnin, Stanislav Trofimov, Norbert Ernst, Alexey Markov, Alexander Kravets, Agnieszka Rehlis. Dirección de escena: Kasper Holten. Dirección musical: Riccardo Chailly. 16 de diciembre de 2022.
No sin controversia por parte del consulado de Ucrania en Milán, la nueva producción de Boris Godunov –programada antes de que estallara la guerra y, por supuesto, libre de cualquier sospecha de simpatía pro Putin– ha logrado un éxito total de público, prácticamente agotando las localidades. Se escogió la primera versión de la ópera de Musorgsky, de 1869, ampliada y modificada por el compositor en 1872. Se echó en falta en el segundo acto la escena polaca que, aparte de la música extraordinaria, brinda coherencia a una ópera que, de hecho, presenta un fresco histórico sin llegar a tener un real desarrollo dramatúrgico. Sin embargo, la propuesta milanesa, y sobre todo gracias a la inspiradísima dirección de Ricardo Chailly al frente de una orquesta que no es exagerado al definirla como sensacional y junto a un coro superior a cualquier elogio –instruido por Alberto Malazzi al que se han sumado las voces blancas de La Scala, a su vez preparadas con esmero por Bruno Casoni–, se ha revelado sencillamente perfecta. Las asperezas de una orquestación menos refinada, los juegos cromáticos que surgen del foso y el respiro de los cantantes, sostenido con una fuerza unida al cuidado en las dinámicas y a la contención ideal de los tempi, se resolvió con una dirección que se puede definir como amorosa.
El reparto fue también modélico. Se cuidó mucho a los roles secundarios empezando por la mezzosoprano Maria Barokova, Posadera; Oleg Budaratskiy, Guardia en la frontera de Lituania; Roman Astakhov, Mitjucha en la primera escena frente el Kremlin; Vassily Solodkyy, Boyardo de corte; los hijos de Boris, Feodor, defendido por Lilly Jorstad muy creíble en el rol del joven adolescente y la lírica soprano Anna Denisova, dulce Ksenija; y Agneszka Rehlis como Nodriza. Muy bien el barítono Alexey Markov, poderoso Scelkalov; divertido el Misail de Alexander Kravets y grotesco el fray Varlam interpretado con vigor y buen hacer escénico por Stanislav Trofimov.
En roles de mayor relieve se puso en evidencia el bajo Ain Anger como un Pimen grave y hierático; el tenor Dmitry Golovnin, un eficaz Falso Dimitri; y, sobre todo, el excelente tenor Norbert Ernst, un Principe Sujskij sibilino y enredador dotado de la vocalidad justa e incisiva para la pérfida parte. El poético y sonador Inocente, personaje con el que Musorgsky parece rendir homenaje a Verdi inspirándose en el tema de Maestro Trabuco de La forza del destino, tuvo una emocionante interpretación gracias al tenor Yaroslav Abaimov.
Sin embargo, el mérito principal se lo lleva la actuación de Ildar Abdrazakov en el rol protagonista. Su aparición en la escena de la coronación tuvo un fuerte impacto, así como toda la segunda parte de la ópera, incluyendo la escena de San Basilio en la que alcanzó una estatura monumental haciendo alarde de un canto ideal para el declamado musorgskiano, con mil y un matices y logrando un pathos increíble que provocó que el público contuviera el aliento. La escena de la muerte, prácticamente susurrada pero con una espontaneidad absoluta sin señal del menor artificio, coronó una actuación que quedará grabada en la memoria.
La producción lleva la firma de Kasper Holten (escenografía de En Devlen, vestuario de Ida Marie Ellekilde, luces de Jonas Bogr, vídeos de Luke Halls) y se limita a una lectura tradicional con ribetes de modernidad y como tal se queda en el limbo. Dividido el Boris en dos partes, la primera funciona mejor. La escenografía es única y comprende un gran rótulo con la historia escrita por los monjes, con una puerta de oro para la coronación y rejas en la frontera lituana; en la segunda parte el vestuario de los años 50 del pasado siglo y el atrezo en plan rebajas de centro comercial, no ayudaron a focalizar la acción. A ello se sumó la presencia constante del pequeño zarevich asesinado, entre otros elementos omnipresentes. A pesar de las incongruencias propuestas por el regista, el éxito de este Boris Godunov fue apoteósico. * Andrea MERLI, corresponsal en Milán de ÓPERA ACTUAL
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