CRÍTICAS
INTERNACIONAL
Elektra sucumbe a los traumas de un alma herida
Frankfurt
Oper Frankfurt
Strauss: ELEKTRA
Nueva producción
Aile Asszonyi, Jennifer Holloway, Susan Bullock, Kihwan Sim, Peter Marsh. Dirección musical: Sebastian Weigle. Dirección de escena: Claus Guth. 7 de abril de 2023.
La historia de la familia de los Atridas está repleta de odio, sangre y muertes violentas. Es, por tanto, bien lógico que Elektra viva en un estado de desequilibrio psíquico profundo. Este es el eje de la nueva producción del título de Strauss que Claus Guth firma en la Ópera de Frankfurt: un estudio minucioso de un alma herida para el cual no hace falta recurrir ni a evocaciones míticas ni a excesos expresionistas. Si el vestuario de Theresa Wilson es de una contemporaneidad corriente, el decorado de Katrin Lea Tag sitúa la trama en un espacio indeterminado, con paneles móviles de tonalidades moradas (que las luces de Olaf Winter teñirán de rojo en los pasajes violentos) que recuerdan el foyer de un teatro. Como elementos recurrentes se encuentran una silla a juego con las paredes que se eleva de vez en cuando de forma fantasmagórica y tres puertas de emergencia: un recurso no exento de ironía, ya que la protagonista no podrá escapar de su mente traumatizada.
Guth juega a consciencia con la confusión entre realidad y sueño de una Elektra que ve desfilar recuerdos infantiles (con sus hermanos Orest, Chrysothemis e Iphigenie), apariciones ominosas (su padre Agamemnon), intervenciones con ribetes ligeros (las coreografías de los sirvientes) y escenas variadas (como una sesión de autoayuda o un visionado televisivo en grupo). El delirio va en aumento a partir del anuncio de la muerte de Orest y su aparente regreso al hogar, con el hermano multiplicado en diversas figuras miméticas, antes que Elektra cante su gran himno de reconocimiento sola en el escenario. Ya no hay vuelta atrás en esta caída progresiva en la locura y, ante el jolgorio colectivo (como en una fiesta de Año Nuevo), la protagonista cae fulminada.
Puede argumentarse que en alguna escena el relleno ideado por Guth distrae de la tensión dramática, pero el tono global del montaje tiene la fuerza perturbadora que necesita toda buena producción de Elektra. Además, el director alemán extrae de su protagonista una interpretación de un detallismo inusitado. Gestos convulsos, mirada perdida en el vacío, sonrisa irónica, rabia incontrolada, miedo: la encarnación de Aile Asszonyi es, a nivel escénico, impresionante, bien secundada por una voz dramática de gran impacto, de un sólido anclaje en un grave y centro bien consistentes y un agudo seguro. Por suerte, Asszonyi también sabe frasear con gusto y buscar los múltiples matices de un personaje para el que siempre es más recomendable cantar que vociferar. Orientada hacia el repertorio más pesado, es de esperar que la joven soprano estonia sepa dosificar sus recursos, pero la entrega sin reservas mostrada en esta representación bien merecía la cálida ovación recibida.
Jennifer Holloway fue una Chrysothemis apasionada, de canto luminoso, no exento del efecto de sus propios traumas (abrazando su chal como si fuera el bebé que no tiene). Susan Bullock es un nuevo ejemplo de que una soprano dramática veterana no es una mezzosoprano y su Klytämnestra sonó débil en la parte grave de la tesitura. Por suerte, el magnetismo escénico y el fraseo incisivo de la cantante británica fueron compensación más que suficiente. Kihwan Sim fue un Orest monolítico (consecuencia en parte del montaje), y Peter Marsh un Aegisth de gran relieve; mientras que del resto del reparto, construido a partir de la magnífica compañía de Frankfurt, merecen ser destacados el Joven Sirviente de Jonathan Abernethy (en una parte rítmicamente endiablada y con las habituales trampas que Strauss pone a sus tenores), la Celadora de Nombulelo Yende y la Quinta Doncella de Monika Buczkowska.
Sebastian Weigle dirigía su penúltima nueva producción como titular de la Ópera de Frankfurt y, como en los anteriores Die Meistersinger von Nürnberg, el triunfo fue inapelable: su versión, sin sacrificar ni un ápice la energía telúrica de una partitura asfixiante, destacaba por la capacidad de clarificar la densa textura tímbrica, gracias también a una orquesta en estado de gracia que respondió sin desfallecer las indicaciones de su director saliente. Frankfurt está cerrando al máximo nivel una etapa brillante. * Xavier CESTER, crítico internacional de ÓPERA ACTUAL
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