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INTERNACIONAL
El ‘Ulisse’ de Dallapiccola vuelve a navegar
Frankfurt
Oper Frankfurt
Dallapiccola: ULISSE
Nueva producción
Iain MacNeil, Juanita Lascarro, Yves Saelens, Sarah Aristidou, Andreas Bauer Kanabas, Claudia Mahnke. Dirección musical: Francesco Lanzillotta. Dirección de escena: Tatjana Gürbaca. 10 de julio de 2022.
La última ópera de Luigi Dallapiccola, Ulisse, puede ser vista como la culminación de las preocupaciones humanistas y del lenguaje dodecafónico del compositor italiano. Estrenada en Berlín en 1968, la obra cuenta con un libreto del mismo compositor (ofrecido en versión alemana tanto en el estreno como en la nueva producción de la Oper de Frankfurt) que, más allá de la epopeya de Homero, recoge otros referentes literarios, desde Dante hasta Machado, pasando por Goethe o Tennyson. El viaje del protagonista no es tanto un periplo físico repleto de aventuras como un camino de introspección a la búsqueda de la propia identidad. De aquí la peculiar dramaturgia de la ópera, estructurada en un prólogo y dos actos, donde las escenas en presente se enlazan con evocaciones del pasado, siendo el descenso al Hades el epicentro del arco que describe la trama. Después de perder incluso su nombre y ser identificado como “Nadie” Odysseus regresa a su patria, pero el reencuentro con Penelope (compendio de las distintas mujeres que se cruzan en su camino) es fugaz. El protagonista vuelve al mar con una consciencia más nítida de su identidad.
Si Il prigioniero ha ocupado en los últimos años un lugar notable en el repertorio internacional, Ulisse continúa siendo una rareza, quizá porque su mensaje es menos explícitamente político (lo cual no dejó de crear cierta confusión en un año tan significado como 1968). Razón de más para agradecer a la Ópera de Frankfurt el esfuerzo en programar un título nada fácil que requiere un abundante número de solistas. El tratamiento que hace Dallapiccola subraya el carácter universal de la búsqueda de un siempre insatisfecho Ulises, con lo que una adaptación contemporánea como la que firma Tatjana Gürbaca tiene pleno sentido, pese a la trivialidad de algunas de las soluciones presentadas. Antes que comience la música vemos a un grupo de turistas paseando por un espacio (decorado de Klaus Grünberg, responsable también de la iluminación) a caballo entre unas ruinas estilizadas y un aparcamiento.
De la masa se separa un hombre al que dan un casco de moto y una barra de hierro, y ensucian los brazos de sangre, anticipo visual de la masacre en la corte de Ítaca, antes que el coro lo deje casi desnudo para la premonitoria escena con Calypso. Vestido de nuevo, Odysseus (pues de él se trata) empieza su periplo en la tierra de los Feacios, pero la escena con Nausicaa toma un inquietante aspecto se seducción de una menor en uniforme de colegiala. El vestuario de Silke Willrett combina el exceso kitsch de los pretendientes de Penelope con soluciones más bien hilarantes (los marineros de Odysseus parecen salidos de un equipo de Fórmula 1), a juego con los apuntes irónicos de la dirección de actores de Gürbaca. Entre sus aciertos cabe citar la caracterización bien diferenciada de cada escena, mientras que la epifanía final del protagonista, de nuevo solo en un montículo, es tratada con neutralidad, sin subrayados innecesarios, dejando a texto y música verter su mensaje de encuentro con la divinidad.
Desde el podio, Francesco Lanzillotta mantuvo el pulso de la representación, combinando el rigor formal con la expresividad de una música que puede ser caracterizada como dodecafonismo cantable. No siempre, sin embargo, supo equilibrar dinámicas, en especial cuando el coro (enfrentándose con acierto variable a una escritura harto compleja) no estaba al completo en escena.
Iain MacNeil aportó a Odysseus un timbre de barítono lírico de notable calidez, capaz de afrontar con habilidad la parte más aguda de la tesitura. El joven barítono canadiense llegó a la decisiva escena final con fuerzas más que suficientes, coronando una encarnación que priorizaba la estatura heroica del personaje a sus fracturas emocionales. La Covid-19 sigue haciendo de las suyas, y en una ópera tan infrecuente substituir los intérpretes de baja no es nada fácil. Cantando detrás de un atril en un lateral, Annette Schönmüller salvó la situación mientras en escena Alona Mokiievets daba cuerpo a Circe y Melantho.
Juanita Lascarro, además de Penelope, fue una Calypso de herida dignidad, Yves Saelens dio entidad a las narraciones y profecías cruciales de Demodocus y Teiresias, Sarah Aristidou fue una Nausicaa de canto límpido, Andreas Bauer Kanabas un seguro Alkinoos (no era culpa suya que el montaje presentara al personaje como un gigolo ridículo) y Claudia Mahnke una Anticleia de serena emoción. También merecen mención, en un reparto sin puntos débiles, el Antinoos prepotente de Danylo Matviienko y el Eumaeus incisivo de Brian Michael Moore. El interés de la obra de Dallapiccola y el notable nivel artístico, sin embargo, no han impedido que el teatro presentara demasiadas butacas vacías. * Xavier CESTER, crítico de ÓPERA ACTUAL
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