El ‘Tannhäuser’ neurótico de Romeo Castellucci

Salzburgo

11 / 04 / 2023 - Lluc SOLÉS - Tiempo de lectura: 3 min

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tannhäuser salzburgo Una escena del nuevo 'Tannhäuser' de Romeo Castellucci con Jonas Kaufmann © Festival de Salzburgo / Monika RITTERSHAUS
tannhäuser salzburgo Una escena del nuevo 'Tannhäuser' de Romeo Castellucci con Jonas Kaufmann © Festival de Salzburgo / Monika RITTERSHAUS
tannhäuser salzburgo Una escena del nuevo 'Tannhäuser' de Romeo Castellucci con Jonas Kaufmann © Festival de Salzburgo / Monika RITTERSHAUS

Festival de Salzburgo

Wagner: TANNHÄUSER

Festival de Pascua

Georg Zeppenfeld, Jonas Kaufmann, Christian Gerhaher, Sebastian Kohlhepp, Marlis Petersen, Emma Bell. Gewandthausorchester, Tschechischer Philharmonischer Chor Brünn, Bachchor Salzburg. Dirección musical: Andris Nelsons. Dirección de escena: Romeo Castellucci. 9 de abril de 2023.

El Festival de Salzburgo clausuró el domingo su edición de Pascua con Tannhäuser, la apuesta operística de esta temporada. En ella, el celebrado regista Romeo Castellucci une fuerzas con Andris Nelsons y la Gewandthausorchester de Leipzig, llamados a demostrar que el certamen puede prescindir de Thielemann y de su Staatskapelle Dresde sin perder en calidad. El resultado de este encuentro resultó ser una sorprendente relectura de la ópera, controvertida y reveladora a partes iguales.

Este Tannhäuser, una producción original de la Bayerische Staatsoper, es antes que nada una concesión al intelectualismo que caracteriza las propuestas de Castellucci. Su versión se basa en una sola idea: Venus y Elisabeth no son dos regiones entre las cuales se mueve el protagonista, sino que son, ambas, manifestaciones del mismo deseo. El regista ofrece una lectura psicoanalítica de la trama, que supera la tradicional interpretación de la ópera como juego de dualidades. El cuerpo como objeto de deseo deja de ser uno de los polos de la obra y pasa a ser una constante en la que Venus representa el exceso de cuerpo y Elisabeth la no-disponibilidad del cuerpo. Anclado en su amada abstracción, Castellucci, quien por lo demás dirige a sus cantantes-intérpretes de forma más bien canónica, llena el escenario de símbolos: incontables cuerpos desnudos e informes, bestias sacrificadas y ojos atravesados por flechas, en diáfano homenaje a Dalí y Buñuel. Y el experimento le sale bien, especialmente en el primer y el tercer actos, que valen como potentes instalaciones de arte contemporáneo.

"La interpretación de Christian Gerhaher como Wolfram von Eschenbach, casi irónica en la efusión de sus primeras intervenciones, derivó en una demostración de delicadeza muy rara en el mundo de la ópera"

El rechazo del dualismo que caracteriza la puesta en escena se filtra extrañamente, sin embargo, en la dirección musical. Y es que también Nelsons parece renunciar a construir tensiones, y dirige toda la ópera desde el noble y hierático reposo que permea el segundo acto. Este gesto se cobra el brillo de algunos fragmentos corales puntuales, pero especialmente la totalidad del primer acto, dramatúrgica y musicalmente basado en la presentación del carácter hipnótico de Venus y en su confrontación con la recta actitud del Minnesänger. El lirismo belcantista, casi autocomplaciente, que desplegó el tenor Jonas Kaufmann no ayudó a corregir la falta de tensión imperante. El tenor alemán atacó la conclusiva Romerzählung desde una perspectiva diferente, lejos de la languidez inicial, haciendo gala de la plasticidad de su timbre aterciopelado.

Pasado el disgusto del primer acto, Nelsons y su ensemble dieron con un segundo y tercero excelentes. Hay que destacar especialmente dos voces: la del bajo Georg Zeppenfeld, que sigue perfilándose como un imprescindible de la escena wagneriana, y la del barítono Christian Gerhaher. El primero dibujó un Landgraf Hermann profundo y bayreuthiano, exhibiendo una extraordinaria dicción en todo momento, mientras que Gerhaher fue, sin duda y sin más, la guinda del pastel de la tarde en Salzburgo. Su interpretación de Wolfram von Eschenbach, casi irónica en la efusión de sus primeras intervenciones, derivó en una demostración de delicadeza muy rara en el mundo de la ópera. Castellucci es el primero en darse cuenta de la excepcionalidad del instrumento de Gerhaher –especialmente cautivador fue su central «Blick’ ich umher in diesem edlen Kreise«– y escenifica el tercer acto como si fuera una velada de Lied.

Una cómoda Marlis Petersen y un Jonas Kaufmann redimido acompañaron a Gerhaher en la abstracta disolución de la ópera, coronada por el apoteósico coro de peregrinos que marcó el logro más destacado de la dirección de Nelsons.  * Lluc SOLÉS, crítico de ÓPERA ACTUAL