CRÍTICAS
NACIONAL
El ‘Siegfried’ ecologista de Carsen
Madrid
Teatro Real
Wagner: SIEGFRIED
Andreas Schager, Andreas Conrad, Tomasz Konieczny, Martin Winkler, Jongmin Park, Okka von der Damerau, Ricarda Merbeth, Leonor Bonilla. Orquesta Titular del Teatro Real. Dirección: Pablo Heras-Casado. Dirección de escena: Robert Carsen. 13 de febrero de 2021.
Continúa la Tetralogía ecologista de Robert Casen en el Teatro Real, esta vez con la aparición del joven Siegfried, que aprende por fin lo que es el miedo al toparse con una hembra humana, es decir con Brünnhilde, a la que toma primero por un varón y luego por su propia madre. (Carsen podía haber divertido al público con alguna cuestión de género, hoy tan de moda, pero la producción tiene ya más de dos décadas).
El papel protagonista recayó esta vez en Andreas Schager, el mejor Siegfried de la actualidad: un tenor heroico con voz clara y luminosa, que no fuerza nunca, jamás vocifera y mantiene siempre, incluso en los alaridos de la escena de la fragua, una línea de canto limpia y matizada. Es extraordinario que llegara fresco al dúo final. Aquí le dio la réplica Ricarda Merbeth, que compensó algún exceso de vibrato y cierta tendencia al descontrol en los agudos con una intensidad fuera de serie: escena apoteósica, difícil de olvidar. Tomasz Konieczny volvió a ser un gran Wotan: elegante, cínico y sentimental, de voz aterciopelada y dramática, sin lanza y con los dos ojos en su sitio, eso sí. Un poco distante e intelectual a veces. Estupendo el Mime de Andreas Conrad, con absoluto control de una vocalidad sobreactuada sin esfuerzo, además de una excelente actuación escénica.
Martin Winkler se lució en Alberich, con los colores adecuados para un personaje estúpido y angustiado a la vez, intrínsecamente wagneriano. Jongmin Park dio vida a una convincente y cavernosa excavadora (Carsen convierte el dragón Fafner en eso, una excavadora) e inteligente, pero escasamente agobiada ni trágica, Okka von der Damerau en su papel de Erda-criada-para-todo (la despiertan de la siesta en un sofá y la ponen a limpiar el suelo con una fregona). Preciosa la voz de Leonor Bonilla, carnal y frágil a un tiempo, como el Pájaro del bosque.
Pablo Heras-Casado dirigió con claridad y precisión, en una lectura atenta a los planos y a la articulación de los motivos, a veces demasiado fría –quizás por la todavía escasa experiencia– y poco interiorizada en los varios momentos líricos de la obra, poco aprovechados. Fabulosa la orquesta: en particular las cuerdas –extraordinarias–, los metales –con un Jorge Monte de Fez a la trompa en estado de gracia– y, en general, todo el conjunto, enmascarillado y repartido por los palcos para ganar espacio. La dirección escénica de Carsen remite a las fantasías ecologistas de los años 80 del siglo pasado. No hay bosque, tan importante en la formación del impetuoso Siegfried, lo sustituyen unos cuantos postes desmochados y aburridos, y el dúo final transcurre en un enigmático escenario vacío. Gran éxito, salvo para los responsables de la dirección escénica que recibieron las protestas de parte del público.