El reencuentro físico y musical de Westbroek

Madrid

23 / 12 / 2021 - José María MARCO - Tiempo de lectura: 3 min

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westbroeak-operaactual-zarzuela-lied-1.jpg Eva-Maria Westbroeak y Julius Drake, aplaudidos por el público © CNDM / Elvira MEGÍAS
westbroeak-operaactual-zarzuela-lied-1.jpg Eva-Maria Westbroeak y Julius Drake, en un momento del recital © CNDM / Elvira MEGÍAS
westbroeak-operaactual-zarzuela-lied-1.jpg Eva-Maria Westbroeak y Julius Drake, en un momento del recital © CNDM / Elvira MEGÍAS

Centro Nacional de Difusión Musical

Recital de EVA-MARIA WESTBROEK

XXVIII Ciclo de 'Lied'

Obras de Alban Berg, Richard Wagner, Jesús Guridi, Carlos Guastavino y Astor Piazzolla. Julius Drake, piano. Teatro de La Zarzuela, 20 de diciembre de 2021.

La gran soprano Eva-Maria Westbroek debutaba en el ciclo de Lied del CNDM y el Teatro de La Zarzuela con un programa sorprendente y arriesgado, que pasaba del Romanticismo tardío a la canción española más quintaesenciada para terminar, como en un recuerdo en tono menor de la primera parte, en el sentimentalismo un poco histriónico venido de Argentina. Westbroek empezó con tres de las más líricas de las Siete canciones de juventud de Alban Berg, una obra que surge del amor del compositor hacia su mujer: desde la nostálgica “Nacht” (Noche) a la extática “Sommertage” (Días de verano), que la cantante abordó con una combinación perfecta de expresividad e interiorización.

"La cantante comprendió muy bien el desafío al que se enfrentaba y aunque no dudó en utilizar toda su potencia cuando era necesario, también encontró el tono justo para la delicadeza"

La propia Westbroek anunció al principio que era este el primer recital que daba desde el principio de la pandemia, y esa falta de entrenamiento se percibió en estas primeras obras, aunque no tanto como un inconveniente, sino como si una voz de tanta amplitud, tan tersa, de colores tan variados y tanta potencia anduviera tanteando un poco, buscándose a sí misma. Esta suerte de viaje de exploración, que se acoplaba muy bien con la expresividad lírica de Berg, humanizó los Wesendonck Lieder, los atrajo hacia una expresión menos enfática y grandilocuente y convirtió la materia wagneriana en una evocación reflexiva y por momentos íntima del arte operístico.

En la segunda parte llegaron las Seis canciones castellanas de Guridi, una obra que parece fuera del alcance para un instrumento como el de Westbroek, y que, en cambio, fue cantada en un registro alusivo, hecho todo de contención y sutileza. La cantante comprendió muy bien el desafío al que se enfrentaba y aunque no dudó en utilizar toda su potencia cuando era necesario, como en el desgarrador “¡Sereno!” o en el espectacular y desafiante “Llámale con el pañuelo”, también encontró el tono justo para la delicadeza de “Mañanita de San Juan” o la tristeza de la maravillosa “No quiero tus avellanas” que cantó, con inteligencia, atribuyendo la queja amorosa a un hombre. Menos complicado, en general, resultó el ámbito expresivo de las Canciones Populares de Guastavino, que alcanzaron su culminación en la preciosa melodía de la canción pampera “El sampredrino”. La emoción se desbordó con “Encantamiento”, sobre un poema de la gran poetisa chilena y Premio Nobel de Literatura Gabriela Mistral, un canto a la maternidad que Westbroek hizo suyo como si recobrara con él toda su capacidad expresiva. A estas alturas no había ya tensiones ni dudas en su canto. Una canción juvenil y romántica de Astor Piazzolla culminó el recital, al que le faltaba todavía una preciosa versión de Noche de paz, entonada –muy bellamente– sin la menor pretensión y cantada por buena parte del público.

Al piano estuvo Julius Drake, bien conocido y querido por el público de La Zarzuela, y que supo, como siempre, encontrar el acento justo en cada obra: desde el sinfonismo latente de las canciones de Berg a la segunda voz, tan sofisticada, de Guridi.  * José María MARCO, corresponsal en Madrid de ÓPERA ACTUAL