El oscuro 'Don Giovanni' de Claus Guth

Madrid

19 / 12 / 2020 - José María MARCO - Tiempo de lectura: 3 min

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real Christopher Maltman (Don Giovanni) y Louise Alder (Zerlina) © Teatro Real / Javier DEL REAL
Real Anett Fritsch (Donna Elvira) y Erwin Schrott (Leporello) © Teatro Real / Javier DEL REAL
Real La sombría producción de Claus Guth concentra toda la acción en un bosque infernal © Teatro Real / Javier DEL REAL

Teatro Real

Mozart: DON GIOVANNI

Christopher Maltman, Erwin Schrott, Marco Peter, Brenda Rae, Anett Fritsch, Louise Alder, Krysztof Baczyk, Tobias Kehrer. Orquesta y Coro Titulares del Teatro Real. Dirección: Ivor Bolton. Dirección de escena: Claus Guth. 18 de diciembre de 2020.

La vuelta de Don Giovanni al Teatro Real podía haber dado ocasión para profundizar las raíces españolas de este dramma giocoso, tal como lo calificaron sus autores siguiendo la tradición del teatro hispano, contemporáneo de los inicios de la ópera. No fue así, y el Real trajo la conocida versión de Claus Guth, norteña, sombría, sin asomo de mezcla de géneros: los postmodernos, decididamente, se lo toman todo muy en serio. Y aburren un poco, la verdad.

"Destacó el Don Juan de Christopher Maltman, poderoso, autoritario, pero también malherido, al que le dio la réplica un fabuloso Erwin Schrott, con una voz expresiva, matizada, capaz de todos los colores, con una actuación en continuo movimiento, con tics bufones de yonqui rapero"

En el apartado vocal, destacó el Don Juan de Christopher Maltman, poderoso, autoritario, pero también malherido: un Don Giovanni muy romántico, al que le dio la réplica un fabuloso Erwin Schrott, con una voz expresiva, matizada, capaz de todos los colores, con una actuación en continuo movimiento, con tics bufones de yonqui rapero. El gran tenor Marco Peter compuso un enamorado y cortés Don Ottavio, con una perfecta línea vocal, un instrumento amplio, rico y colorido y unos muy hermosos adornos en la repetición en «Della sua pace». (No cantó –una pena– «Il mio tesoro»). Anett Fritsch se lució en «Mi tradì quell alma ingrata», tan difícil, con energía y convicción, mientras a la Donna Anna de Brenda Rae, de canto exquisito, le faltó, también en la voz, un poco de la autoridad y del peso que requiere el personaje. Louise Alder padeció con el sesgo de la representación, que hace de Zerlina un papel trágico, cosa que no es en absoluto: tal vez por eso le faltó la retranca popular que hace de ella un personaje tan atractivo, del linaje de Susana y Despina. Muy bien Krysztof Baczyk en un Masetto convincentemente celoso y harto del aristócrata libertino, así como el Comendador, vengativo y despiadado, como debe ser, muy humano, de Tobias Kehrer.

La dirección de Ivor Bolton, muy correcta, favoreció el efecto más que la finura, y la escena más que la narración del conjunto. Muy bien la Orquesta Titular y estupendo el Coro, con mascarillas especiales que permiten cantar y añaden un toque carnavalesco.

En cuanto a la puesta en escena, Claus Guth lo concentra todo en un bosque, de noche, con la aparición de un automóvil y otra ­–memorable– de una parada de autobús (en Salzburgo era una reproducción de las locales: se podía haber hecho lo mismo aquí). Toda la acción se resume en la agonía del protagonista, herido por el Comendador. Drogadicto, como su criado, y encerrado en un mundo sórdido. Teatralmente, funciona muy bien, con momentos espectaculares. Como era de esperar en vista de la seriedad del propósito (ahora se va a la ópera a recibir lecciones de antropología política) cayó el sexteto final. Las sonrisas no son bienvenidas. Gran éxito, en cualquier caso.