El ‘Ocaso’ caótico de Stefan Herheim

Berlín

20 / 10 / 2021 - Cocó RODEMANN - Tiempo de lectura: 4 min

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gotterdamerung-operaactual-berlín (1) Nina Stemme en el rol de Brühnnilde © Deutsche Oper Berlin / Bernd UHLIG
gotterdamerung-operaactual-berlín (2) Clay Hilley como Siegfried © Deutsche Oper Berlin / Bernd UHLIG
gotterdamerung-operaactual-berlín (3) Nina Stemme (Brühnnilde) y Okka von der Damerau (Waltraute) © Deutsche Oper Berlin / Bernd UHLIG

Deutsche Oper Berlin

Wagner: DIE GÖTTERDÄMERUNG

Nueva producción

Clay Hilley, Nina Stemme, Jürgen Linn, Gidon Saks, Thomas Lehman, Okka von der Damerau. Dirección musical: Donald Runnicles. Dirección de escena: Stefan Herheim. 17 de octubre de 2021.

La puesta en escena de la Tetralogía del Anillo requiere honestidad. El director de cine Lars von Trier, por ejemplo, fue capaz de rechazar la oferta del Festival de Bayreuth para actualizar la producción después de un año de pensar, repensar y llegar a la conclusión de que la obra le superaba. El noruego Stefan Herheim no es tan exigente consigo mismo. El resultado ha sido un Anillo del nibelungo en entregas desordenadas a cuál más indigesta. A la espera de Siegfried, aunque ya poco importa, el concepto que ha desarrollado desde el Oro del Rin hasta el Göttedämmerung estrenado ahora es estructural y visualmente un despropósito. El hilo conductor es un piano de cola en mitad del escenario, la vagina por la que van naciendo los personajes y la garganta que se los traga de escena. El mismo piano al que se sientan a tocar los personajes para acompañarse a sí mismos en sus áreas, el que hace de tumba a Brünnhilde, una diosa que despierta humana en camisón de hospital, o al que se sube un Siegfried que tan pronto aparece vestido con una túnica como de gladiador. El piano, y las maletas, con las que Herheim llena el escenario, buscan tal vez la asociación de maletas apiladas con el Holocausto.

En el Göttedämmerung de Herheim uno no sabe si está en tiempos del imperio romano, entre los pueblos normandos de Asterix y Obelix, en el vestíbulo de la Deutsche Oper o en una nave donde una compañía de titiriteros ensaya la próxima función. No se sabe tampoco por qué los nibelungos son payasos, no hay un ápice de sensualidad o Hagen canaliza su fuerza negativa en forma de parodia, aunque tampoco quedó claro en su primera entrega del Anillo por qué las tres ninfas del Rin son ninfómanas. Lo único que queda claro es que a la Deutsche Oper, el más wagneriano de los tres coliseos berlineses, le falta tiempo para enterrar una producción que convierte la utopía del crepúsculo en banalidad. El cuadro final es para una limpiadora recogiendo los papelillos. La función había acabado. Era el principio de los abucheos.

"Clay Hilley (Siegfried) tuvo una magnifica actuación: su dicción fue impecable, ofreció un color sin adulterar, con tonos potentes pero delicado"

El estreno de Göttëdämmerung, seis horas de representación con dos pausas o casi una jornada completa de trabajo, se hizo llevadero por la actuación de los solistas. Y aquí va un consejo: revisar detenidamente cartel de las reposiciones antes de adentrarse en la argamasa de Herhim, su piano y sus montañas de maletas.

El tenor estadounidense, Clay Hilley (Siegfried) tuvo una magnifica actuación. Su dicción fue impecable, ofreció un color sin adulterar, con tonos potentes pero delicados. Nina Stemme encarnó a Brünnhilde de una manera natural, la soprano sueca domina este papel y posee una voz radiante, aunque en esta ocasión fue superada por el timbre brillante de su colega Okka von der Damerau como Waltraute. La corpulenta mezzosoprano alemana fue, pese a su corto papel, la más ovacionada.

La interpretación de Hagen fue inusual, no como un siniestro, sino como un payaso jovial, que ríe a carcajadas. El bajo Gidon Saks, anunciado como solista estrella, cantó sintiéndose indispuesto, por lo que se han de pasar por alto las restricciones vocales que manifestó. El barítono estadounidense Thomas Lehman hizo una interpretación loable como Gunther, mientras que Aile Asszonyi (Gutrune) exageró su personaje, su voz era descolorida y su dicción peor. En general, es lamentable que precisamente en el teatro de ópera en el que Götz Friedrich puso un gran énfasis en la dicción, esta cualidad se pase por alto con tanta facilidad. Los subtítulos no ofrecen ninguna compensación real.  * Cocó RODEMANN, crítica en Berlín de ÓPERA ACTUAL