CRÍTICAS
NACIONAL
El Liceu como laboratorio lírico, y en plena forma
Barcelona
Gran Teatre del Liceu
José Río-Pareja: ENTRE LOS ÁRBOLES
Oh!pera
Andrea Megías, Jose Manuel Guinot, Jorge Juan Morata. Dirección musical: Josep Planells. Dirección de escena: Nao Albet. 9 de julio 2022.
Gran Teatre del Liceu
Fabià Santcovsky: L’OCELL REDEMPTOR
Oh!pera
Adriana Aranda. Dirección musical: Fabià Santcovsky. Dirección de escena: Marc Chornet Artells. 9 de julio 2022.
Gran Teatre del Liceu
Marc Migó: THE FOX SISTERS
Oh!pera
Natàlia Sanchez, Cristina Tena, Pau Camero. Dirección musical: Irene Delgado-Jiménez. Dirección de escena: Silvia Delagneau. 9 de julio 2022.
Gran Teatre del Liceu
Núria Giménez-Comas: SHADOW. EURYDICE SAYS
Oh!pera
Helena Ressurreição, Marc Antolí. Dirección musical: Néstor Bayona. Dirección de escena: Alicia Serrat. 9 de julio 2022.
El Liceu barcelonés retomó la idea expuesta en 2020 con el proyecto Sis solos soles de incentivar la creación lírica actual posibilitando el estreno de una serie de óperas de pequeño formato de compositores jóvenes en una misma velada. Con Oh!pera se recupera esa inercia dando voz a cuatro de los ocho creadores seleccionados no por el Gran Teatre, sino por el proyecto Barcelona Creació Sonora del Instituto de Cultura del Ayuntamiento de Barcelona. La iniciativa despierta optimismo, ya que una de las creadoras que participaron en ese germen de este proyecto –que la Covid obligó a que se estrenase por streaming–, la catalana y Premio Nacional de Música Raquel García-Tomàs, podrá presentar el próximo año una ópera de gran formato en la sala grande del coliseo, Alexina B. realizada gracias a la Beca Leonardo a Investigadores y Creadores Culturales 2020 de la Fundación BBVA.
La primera de las obras estrenadas el pasado sábado fue Entre los Árboles, de José Río-Pareja, una pieza casi impresionista pero pasada por el filtro del siglo XX, más cercana a Saariaho que a Debussy; la obra se construye a partir de motivos que se repiten –sin llegar a ser minimalista– y definen una atmósfera de tradición hispánica con instrumentos poco frecuentes (incluyendo acordeón y arpa). Esta base sirve de sustento para una línea vocal no demasiado inspirada en la que agudos y forti van siempre vinculados a declamaciones emocionales de escaso interés musical.
La partitura se va haciendo más fragmentaria a medida que avanzan las escenas, hasta llegar a un monólogo final para la soprano que devuelve un poco más de interés al conjunto. El libreto de Juan Mayorga tampoco fascina –un triángulo amoroso en el que dos hombres amenazan con matarse para ganar el favor de una mujer– y funciona como reflexión sobre la historia del género lírico, pero desgraciadamente no parece haber encontrado el punto justo. La puesta en escena de Nao Albet tiene sus hallazgos (interesante el comentario metatextual en el que los protagonistas mueven al escenario los distintos tipos de armas que se encuentran en el almacén de atrezzo del Liceu) pero resulta al final fría. Buena labor de Jose Manuel Guinot, de agudos resueltos, y de la voz joven de Andrea Megías. Cumplidor Jorge Juan Morata.
Por su parte, L’ocell redemptor es un espectáculo bastante alejado de lo que se podría considerar ópera, a pesar de contener voz e instrumentos. Con una construcción tecnológica digna de los años 80 y 90 del siglo pasado (posible heredera de La Fura dels Baus), la puesta en escena muestra un cubo en el centro del Saló dels Miralls con cables que lo unen a los extremos de la sala en el que una figura humanoide declama números y conceptos mientras transita por el espacio. El texto, casi sin contenido, da alas a los numerosos crescendi de la música, pero una acústica extraña y la distorsión electrónica de la voz y de los instrumentos hace que el texto quede imposible de entender y seguir. Y con una música a su vez muy abstracta y espectral, deja un sabor amargo, de desorientación a pesar de las buenas ideas. El humanoide robótico (el pájaro redentor del título) recuerda al mundo biotecnológico de la película El Quinto Elemento, pero desgraciadamente no se le ha sabido dar la profundidad o caracterización necesarias para que resulte interesante seguirlo. Muy entregada la soprano Adriana Aranda en el único personaje de la obra.
The Fox Sisters, del joven compositor Marc Migó y libreto de la norteamericana Lila Palmer, presentó una obra escénica en el sentido tradicional y de construcción dramática impecable. El texto deja entrever ya desde el inicio qué oscuros motivos mueven a cada uno de los personajes y, sin ser revolucionario, consigue cautivar por el uso de los apellidos de los protagonistas casi a modo de Leitmotiv, además de permitir construir clímax narrativos junto a los musicales, otro de los aciertos de la obra.
Marc Migó mostró a su vez su fabulosa capacidad para caracterizar estados emocionales y crear atmósferas (talento que ya expuso en su pieza para piano y orquesta Piano Concertino) y que podía beber tanto de Britten (imposible no pensar en The Turn of the Screw, ópera que puso en evidencia qué bien combinan el género con las historias de horror gótico) como de la música de Bernard Herrmann. Migó sabe saltar de escena en escena manteniendo la consistencia musical, usando cada elemento como parte de una cadena lógica y siendo a su vez capaz de diferenciar entre estructura y ornamentación. Llena de juegos vocales y musicales, The Fox Sisters no habría podido ser un éxito sin un reparto a su altura: a destacar la soprano Natalia Sánchez, capaz de superar los numerosos recursos que exige la partitura, junto a unos convincentes Cristina Tena y Pau Camero.
Especial mención a la también acertadísima dirección de la directora Irene Delgado-Jiménez y a la puesta de Silvia Delagneau, con asesoría de Albert Arribas, que supieron dar forma a la obra de manera brillante. Desde los más pequeños detalles (el maquillaje de Kate, que servía para mostrar unos ojos en blanco cuando la cantante cerraba los ojos) a la caracterización de personajes (la sonrisa perturbada de Godwin) e incluso las entradas y salidas de personajes (Leah apareciendo por puertas inesperadas, omnipresente y controladora como la Ms. Danvers de la Rebecca de Hitchcock) a la danza de los espíritus, todos los elementos se conjuraron para ofrecer una pequeña joya operística en el teatrillo del Conservatori del Liceu. Es de esperar que los creadores puedan volver a producir The Fox Sisters bien pronto y que también puedan adentrarse en una propuesta lírica de mayor envergadura.
Por último, ha sido un proyecto ambicioso el querer versionar la obra Schatten de Elfriede Jelinek en un formato reducido de 30 minutos. Núria Giménez-Comas, quien podría ser una heredera de Fausto Romitelli por lo que hace a mundo sonoro (pero no respecto de su idiosincrasia), es compositora y coautora de esta adaptación de la obra, Shadow. Eurydice says, en una producción en la que música, texto y escena luchan para coexistir. En este caso el libreto, de un enorme nivel, no pudo vincularse al sonido, que también aportó una gran personalidad.
En escena se apreció el conflicto entre palabra y música, personificados en la protagonista de la pieza, una entregadísima Helena Ressurreição como Eurydice, en este caso casi acercándose al registro de mezzosoprano de musical, que se vertebra como elemento corregidor, pero también sometido, a los excesos de Orfeo (Marc Antolí, quien mostró su registro de cantante rockero). También la puesta en escena se vio subyugada por el conflicto entre texto y música, decidiendo unas veces proyectar fragmentos de la obra en el escenario, otras construir un clímax actoral (siempre contando con el notable trabajo de Ressurreição) y en otras complementar a la música, como se consiguió con esa figura femenina proyectada al final del espectáculo, con las palabras de empoderamiento “Ya no estoy allí, yo soy” recitadas por la protagonista.
Oh!pera aportó un resultado desigual pero con ideas fabulosas. Cada obra, además, contó en la parte escénica con el trabajo de una escuela de diseño en particular, convirtiéndose en un proyecto en el que han colaborado diversas instituciones y dando la mano a las nuevas generaciones. * Albert M. RIBAS, crítico de ÓPERA ACTUAL
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