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El juicio a Wagner llega a su fin
Bayreuth
Festival de Bayreuth
Wagner: DIE MEISTERSINGER VON NÜRNBERG
Michael Volle, Martin Gantner, Klaus Florian Vogt, Camilla Nylund, Daniel Behle. Dirección musical: Philippe Jordan. Dirección de escena: Barrie Kosky. Festspielhaus, 12 de agosto de 2021.
La esplendorosa producción de Die Meistersinger von Nürnberg firmada por Barrie Kosky ha cerrado su ciclo en Bayreuth, pese a que la pandemia ha recortado un año su trayectoria. Estrenado en 2017, el montaje supuso entonces el debut en el festival de un director de escena judío, australiano para más señas aunque radicado en Berlín, abordando un título con no pocas y turbias ramificaciones ideológicas. El director de la Komische Oper no elude los aspectos más polémicos de la única comedia del canon de Bayreuth, demostrando, de paso, que la reflexión no es incompatible con ofrecer un brillante espectáculo teatral.
Con una habilidad magistral, Kosky combina la evocación de un Nuremberg mítico (que no real) con la figura proteica y egocéntrica de Wagner y la cara más terrible de Alemania que mostraron los juicios a los dirigentes nazis en la ciudad bávara. El decorado de Rebecca Ringst traslada al público con un detallismo extremo al salón principal de Wahnfried, espacio que deja paso a una sala del tribunal de crímenes de guerra (espléndida la iluminación matinal que crea Frank Evin), mientras que el vestuario de Klaus Bruns se mueve sin problema entre los siglos XVI y XIX.
Wagner y sus múltiples encarnaciones (siendo Hans Sachs la principal) es el epicentro de la trama, mientras que Cosima asume el rol de una Eva cortejada por Walther (un Wagner más joven), Liszt se transforma en Veit Pogner y Hermann Levi en Beckmesser, todos a punto para recrear el argumento de la ópera, que Kosky traduce con claridad meridiana, pero añadiendo capas de significado. La incomodidad del director de orquesta que estrenaría Parsifal (Wagner le obliga a rezar en el primer acto) se convierte en pánico ante la brutal paliza que recibe en el final del segundo acto. Las risas habituales se hielan en el rostro cuando a Beckmesser le ponen una máscara de judío, la misma nauseabunda caricatura usada por los nazis que ocupa todo el escenario con una cabeza hinchable que, antes que baje el telón, muestra al público una gran estrella de David. Una imagen para la historia de Bayreuth.
Kosky ha ido afinando detalles de su montaje, pero la línea principal sigue inalterable, servida por una dirección de actores primorosa (la escena en que Sachs ayuda a Walther a escribir su canción es impagable). Después de la agitación de la fiesta, el ostracismo de Beckmesser y el triunfo de Walther, Wagner-Sachs queda sólo en el escenario para presentar en el estrado su alegato de defensa, encarnado por la fuerza y el genio de su música. Una orquesta de mentira aparece (en tiempos prepandémicos también lo hacía el coro de verdad) para la apoteósica conclusión. ¿Cuál será el veredicto? En Bayreuth, sin duda, absolutorio y más teniendo como abogado defensor a Michael Volle.
Sensacional ya en 2017, el Sachs del barítono alemán supera ahora cualquier intento de síntesis explicativa, tal es el nivel estratosférico de una encarnación que, a nivel vocal, de fraseo, de declamación del texto, de gesto, de mirada, de capacidad reactiva con los otros intérpretes, se erige como la referencia de nuestro tiempo. La naturalidad desarmante de su canto, para nada egocéntrico, la verdad que emana de cada frase, tuvieron su cenit en los diferentes monólogos, también en el conclusivo al que llegó con fuerzas suficientes. Todo el teatro en pie ovacionando a Volle fue el justo premio a un hito interpretativo.
Por suerte, en una obra de conjunto como Die Meistersinger, Volle estuvo bien acompañado, empezando por Martin Gantner, Beckmesser llamado a última hora ante la baja por enfermedad de Johannes Martin Kränzle, con la ventaja que ya había hecho el montaje en 2019. De voz clara e incisiva, su interpretación se balanceó con éxito en la fina línea entre patetismo y ridículo. Omnipresente en el Bayreuth de los últimos lustros, Klaus Florian Vogt encuentra en Walther von Stolzing un papel idóneo para su inconfundible timbre blanquecino (con una tensión creciente en el agudo) y para un fraseo de una musicalidad irreprochable. Espléndida la Eva de Camilla Nylund, expandiéndose con un lirismo caluroso en el tercer acto, al lado del David efusivo de Daniel Behle y la efectiva Magdalene de Christa Mayer. El grupo de maestros funcionó como un engranaje de relojería, empezando por el pluriempleado por el festival Georg Zeppenfeld, Veit Pogner de serena autoridad, mientras el cameo de lujo de la función fue un invisible Günther Groissböck como Sereno.
La amplificación del coro, situado en una sala anexa, estuvo mejor resuelta que en Der fliegende Holländer, aunque, por impactante que fuera, sin duda «Wach auf!» hubiera puesto la piel de gallina con las voces dentro del teatro. Sin perder el preciosismo sonoro marca de la casa, realzado por una orquesta suntuosa, la versión de Philippe Jordan equilibra la densa madeja contrapuntística, expuesta con nitidez, con un pulso teatral infalible, pero con los años ha ganado densidad espiritual, como se demostró en un preludio del tercer acto de exquisita unción. * Xavier CESTER, corresponsal en Bayreuth de ÓPERA ACTUAL
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