El estreno francés de ‘Irrelohe’ enardece al público

El público de esta première de Irrelohe, tras los enfervorizados aplausos, parecía reacio a abandonar la sala, como si quisiera seguir saboreando el perfume de la música. El paisaje de un bosque calcinado y cubierto de nieve que presidía la escena, con la misteriosa silueta de una catedral al fondo preparaba al espíritu para escuchar esta música, familiar y nueva a la vez. La vieja posadera Lola tararea una canción popular de sus años mozos. Su hijo Peter lamenta el tenor de su vida en un discurso melódico apenas, tan abstracto como su estado de ánimo. Poco a poco se revela que existen secretos en esa familia. Todo el mundo guarda silencio y alberga deseos de venganza y de crimen. El Conde, con su matrimonio con Eva espera romper el maleficio.

Para esta atmósfera malsana Franz Schreker utiliza una orquestación tan personal, tan rica en colores y matices que se identifica con el estado anímico de los personajes y que haría incluso innecesario leer el libreto. Aun no pudiéndose negar la influencia de los maestros que le han precedido, especialmente en la escuela alemana, Schreker ha querido seguir siendo él mismo y aunque se le ha tildado de expresionista difícilmente podría encasillarse como tal como tal a esta música visionaria que transporta más allá de la época de anteguerra de su creación como así lo ha querido su autor.