CRÍTICAS
NACIONAL
El descenso a los infiernos de la mano de 'La nariz'
Madrid
Teatro Real
Shostakóvich: LA NARIZ
Martin Winkler, Alexander Teliga, Ania Jeruc, Andrei Popov, Dmitry Ivanchey, Vasily Efimov, Agnes Zwierko, Iwona Sobotka, Margarita Nekrasova, Simon Wilding, Milan Perisic, David Alegret, Isaac Galán, Luis López Navarro, José Manuel Montero. Dirección musical: Mark Wigglesworth. Dirección de escena: Barrie Kosky. Orquesta y Coro Titulares del Teatro Real. 13 de marzo de 2023.
La nariz de Nikolái Gogol arranca cuando el barbero Ivan Yákovlevich, recién despertado de una de sus habituales borracheras y domiciliado en la calle de la Ascensión de San Petersburgo, encuentra una nariz dentro del pan que le acaba de amasar y cocer su mujer. Es el 25 de marzo, día de la Asunción. Son algunos de los indicios que llevaron al gran estudioso Paul Edvokimov a interpretar en clave apocalíptica el relato del maestro ruso. La Nariz, esa sorprendente coprotagonista de la obra, sería en realidad el Anticristo, y el relato un precedente de El maestro y Margarita, de Bulgakov.
Cuando Shostakóvich compuso la obra en 1928, con 22 años, ya tenía todos los datos en la mano acerca de la naturaleza del régimen en la que le había tocado vivir y crear su música. La partitura es de una brutal irreverencia, sin la menor concesión, con un uso intensivo —y a su más alto nivel sonoro— de un monumental conjunto de percusión, con los máximos contrastes dinámicos y de tono, y destrozando casi sistemáticamente cualquier arranque melódico. Podría ser un eco de la supuesta frescura iconoclasta de los primeros años de la revolución rusa, o al revés, la evocación sonora del socialismo real que iba a padecer el compositor.
La puesta en escena que Barrie Kosky presentó en el Teatro Real en el estreno de la obra en ese escenario descarta esta segunda opción para adentrarse, a partir de la primera, en la plasmación de un absurdo intemporal: la pérdida de nariz del funcionario Platón Kuzmich Kovaliov. El hombre desnarigado se va convirtiendo en un payaso triste y su recorrido en busca de su apéndice extraviado en una pesadilla, cada vez más insoportable a medida que el director de escena añade más y más elementos. Hay pistas de circo, un número de claqué —ajeno al libreto— a cargo de un conjunto de narices, varias escenas de masas cada vez más delirantes e inconexas, drag queens y personajes en calzoncillos (estilemas imprescindibles en la ópera de hoy) y la escenificación explícita del pánico a la castración, por si no se había entendido. El colmo de la pesadilla llega cuando una conocida presentadora de televisión sale al escenario a explicar al público el verdadero sentido de la obra. Un auténtico descenso a los infiernos de la cultura actual, que acaba confirmando la interpretación apocalíptica de Edvokimov.
En este exceso de barroquismo expresivo, y enfrentados a la orquesta de Shostakóvich, resultó extraordinario que los 30 cantantes que requiere la ópera lograran imponerse. Lo consiguió de sobra el estupendo barítono Martin Winkler, que dio vida al patético protagonista con una gran actuación y una prestación vocal extraordinaria, llena de contrastes y matices. Destacó también el Ivan de Vasily Efimov, con algunos momentos de virtuosismo vocal humorístico que se le agradecieron. Muy bien Iwona Sobotka y Margarita Nekrasova, con voces brillantes, esmaltadas y ricas, en particular en su escena un poco chaikovskiana de las cartas. (La obra está saturada de referencias a la música rusa), Excelente Alexander Teliga como Barbero y Médico y muy convincentemente burlesca, aunque algo falta de volumen, La Nariz de Dmitry Ivanchev.
La Orquesta del Real, que sin duda tuvo a su cargo lo más atractivo de esta sinfonía teatral, brilló a una altura excepcional bajo la dirección dinámica y contrastada de Mark Wigglesworth. Buena prestación también la del Coro Titular del Teatro. Gran éxito, más que merecido. * José María MARCO, corresponsal en Madrid de ÓPERA ACTUAL
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