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El convidado de piedra regresa a la Staatsoper vienesa
Viena
Wiener Staatsoper
Mozart: DON GIOVANNI
Kyle Ketelsen, Hanna-Elisabeth Müller, Stanislas de Barbeyrac, Kate Lindsey, Philippe Sly. Dirección musical: Philippe Jordan. Dirección de escena: Barrie Kosky. 10 de junio de 2022.
La Wiener Staatsoper abrió el pasado fin de semana con la reposición del Don Giovanni de Barrie Kosky. Por motivos pandémicos, la propuesta tuvo que ser estrenada por streaming el pasado diciembre, y en enero se ofreció en directo para un número reducido de espectadores. El calor ha traído el convidado de piedra de vuelta a Viena, ahora sin restricciones, con una sala llena hasta los topes y un reparto de ensueño que redime la arriesgada puesta escénica.
La colosal Ópera Estatal de Viena abrió sus puertas en 1869 precisamente con Don Giovanni, «ópera de óperas», como la llamó E. T. A. Hoffmann en su novela homónima. La centralidad de este título, símbolo donde los haya de la maestría dramatúrgica de Mozart, llega a su súmmum cuando se interpreta en Viena. Esto convierte el hecho de llevarlo de vuelta aquí en un gesto relativamente peligroso; existe como una tradición interpretativa específicamente vienesa del Don Giovanni, y cualquier nueva producción tiene que dialogar con ella de alguna forma.
La exigencia de ese diálogo fue perfectamente asumida por la orquesta. La Wiener Staatsorchester rebosa personalidad y sobre todo profesionalidad cuando se trata de Mozart. Desde el foso relativamente elevado del teatro, amplio como pocos, Philippe Jordan y los suyos llevaron el compás de la velada, cediendo solo por momentos al protagonismo de las voces. La obertura fue densa y cargada de tensión, pero ligera, sin llegar a ser pesante. La yuxtaposición de los caracteres sombrío y jocoso, de la horizontalidad del Re menor introductorio y la precisa verticalidad del recitativo, corresponde de hecho a la especificidad genérica del Don Giovanni. La virtud de la interpretación de Jordan fue la de saber expresar musicalmente el corte formal que caracteriza la ópera, entre lo cómico y lo trágico.
Mucho se ha hablado de ese problemático cisma, que en los libros de historia de la música parece marcar el camino de Beethoven, Weber y hasta de Wagner. Si algo aporta la lectura de Kosky, sin embargo, es una muy necesaria reivindicación de lo cómico en Don Giovanni. Para ello contó el director, cabe decirlo, con una pareja bufa extraordinaria. Kyle Ketelsen (Don Giovanni) y Philippe Sly (Leporello) ofrecieron una interpretación hilarante; contando con dos timbres ajustados a la perfección al bajo-barítono bufo, ambos entienden sus roles desde la interpretación, dando a la oscuridad del conjunto una frescura cómica probablemente necesaria para entender lo paradójico de esta ópera sin género. A destacar la famosa aria del catálogo, que Kosky imagina sin catálogo, con un Leporello recitando de memoria los amores incontables de su Don Juan.
Pero, en realidad, todas y cada una de las arias de la velada alcanzaron cotas de excepción. Quizás al mando de la vertiente lírica estuvo Stanislas de Barbeyrac, con un Don Ottavio muy correcto y generoso en una maravillosa “Dalla sua pace”. Con un timbre aterciopelado semejante cantó Kate Lindsey, una Donna Elvira consistente a nivel interpretativo, pero, como sus contrapartes femeninas, casi mostró una sola voz durante todo el espectáculo. El terceto “Protegga il giusto cielo”, con una inspirada Hanna-Elisabeth Müller a cargo de Donna Anna, dio justo testimonio de ello. Sobre el escenario se oyeron más Lindsey, Barbeyrac y Müller, con sus voces olímpicas, que sus respectivos personajes. Ello responde a un gesto nada ingenuo de Kosky, que los coloca, para su terceto ideal, delante del telón, como en tantas otras arias del primer y del segundo acto. Don Giovanni, parece decir Barrie Kosky con su —por lo demás relativamente estéril— puesta en escena, es también, o antes que nada, una alargada, casi desesperada celebración de la voz humana en toda su amplitud. * Lluc SOLÉS, crítico de ÓPERA ACTUAL
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