CRÍTICAS
NACIONAL
Dolores, la llama incandescente de la pasión
Oviedo
XXX Festival de Teatro Lírico Español
Bretón: LA DOLORES
Monica Conesa, Jorge de León, Àngel Òdena, María Heres, David Menéndez, Juan de Dios Mateos, Gerardo Bullón, Juan Noval-Moro. Oviedo Filarmonía. Capilla Polifónica Ciudad de Oviedo. Coro Infantil de la Escuela de Música Divertimento. Banda de Música Ciudad de Oviedo. Dirección musical: Óliver Díaz. Dirección de escena: Amelia Ochandiano. Teatro Campoamor, 27 de abril de 2023.
Que una obra de la enjundia de La Dolores de Tomás Bretón, la gran ópera romántica española y primer ejemplo de verismo hispano, sea la primera en cartel tras recibir el Festival de Teatro Lírico Español de Oviedo el Premio Ópera XXI a la mejor iniciativa alrededor del repertorio patrio no deja de ser una curiosa coincidencia. También un reto a la hora de levantar el telón con uno de los empeños más ambiciosos asumidos por el Festival, coincidiendo con su XXX aniversario, y que de nuevo pone a prueba las costuras del vetusto Teatro Campoamor.
En un complejo entramado musical y escénico, con un reparto bien ajustado a las dificultades de sus respectivos papeles, Oviedo Filarmonía a plantilla completa en el foso —a destacar el trabajo de concertación a varios niveles del maestro Óliver Díaz—, la siempre entregada Capilla Polifónica, coro titular del ciclo; y con la participación de la Banda de Música Ciudad de Oviedo en el interno, la Orquesta Langreana de Plectro desde uno de los proscenios, el Coro Infantil de la Escuela de Música Divertimento, bailarines, actores, acróbatas, gigantes y cabezudos, la función de estreno superó dificultades y expectativas, y el público tomó casi de un trago las cerca de tres horas de representación.
No es Dolores un rol que, sobre el papel, encaje con una soprano en los primeros compases de su carrera. Pero siempre hay una excepción a cada regla. Monica Conesa, en el que ha sido su debut en España, construye un personaje que no oculta un punto juvenil y cuyo arco desarrolla con inteligencia, consciente de la larga noche por delante. De impactante caudal y timbre aristocrático, sobre todo al liberar el tercio agudo, es dueña de un sonido ancho con el que juega a voluntad, sin arredrarse frente al volumen de sus compañeros de reparto ni ante el muro sonoro de la orquesta, cumpliendo también en el registro grave al que Bretón la hace descender en no pocas ocasiones. Su porvenir puede ser brillante, con roles como Aida o Gioconda ya en cartera. Máxime, en títulos para los que no siempre se encuentran intérpretes de suficiente entidad.
La escritura musical y la oscura producción estrenada a principios de este año en el Teatro de La Zarzuela —de tintes fabriles, plagada de detalles y en constante movimiento narrativo—, con firma de Amelia Ochandiano, exigen una Dolores poliédrica. Libre y coqueta, enamorada y furiosa, superviviente ante el acoso, firme en sus deseos de venganza. Ella era la desconocida, el as guardado en la manga. La romanza “¡Tarde sentí, cuitada…!”, en la soledad del escenario ante un teatro lleno, dejó meridianamente claro que la soprano cubanoamericana ha venido para quedarse.
El desarrollo dramático de La Dolores no se concibe sin los hombres que la rodean. En carne mortal o en forma de cabezudos de fiesta patronal. Un juego de poder en el que se construyeron los momentos de más alto voltaje. Volcánicos en los intercambios entre Dolores y Melchor, personaje que Àngel Òdena incorporó hace ya años, en el paso de esta obra por el Teatro Real antes de su recuperación en los teatros de La Zarzuela y el Campoamor coincidiendo con el centenario de la muerte del compositor. El suyo es un instrumento por el que no parece pasar el tiempo, de entrega y resultados a los que pocos peros pueden ponerse. La violencia, diversa en expresión del lado de Lázaro, vengador último de Dolores, convive con la incandescencia de la pasión que Jorge de León forjó en cada frase. Metal bruñido de una voz que parece capaz de todo. Su dúo con Conesa del tercer acto, de tintes wagnerianos que lo acercan a la escena del jardín de otros dos amantes imposibles, fue el punto álgido de la velada. Con permiso, claro, de la jota “Aragón la más famosa”, momento en que la función se encarriló de forma definitiva y en la que el trabajo del cuerpo de baile comandado por Miguel Ángel Berna, los joteros Juan Noval-Moro y Juan de Dios Mateos, coro y orquesta despertaron aplausos suficientes como para provocar un bis del último segmento.
Tanto Noval como Mateos cumplieron con creces en dos roles ingratos, que en el caso del intérprete de Celemín permitió constatar un gran paso adelante desde su Don Ottavio de hace apenas cinco meses en este mismo teatro. De altos vuelos David Menéndez como Rojas, entregado a la comicidad que le exige la parte; y el Patricio de Gerardo Bullón, capaz de llevar su personaje más allá de lo estrictamente necesario hasta hacerlo parecer real. La función de estreno dejó también el debut en un papel con mayor presencia de la joven mezzosoprano asturiana María Heres, eficaz vocalmente como Gaspara, pero que quizá hubiese necesitado de más medios a su disposición en la caracterización física del personaje. * Pablo GALLEGO, corresponsal en Oviedo de ÓPERA ACTUAL
CRÍTICAS RELACIONADAS