Doble jarrón de agua fría con los post-románticos

Aix-en-Provence

12 / 07 / 2022 - Albert GARRIGA - Tiempo de lectura: 5 min

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salome-aixenprovence-operaactual (1) Elsa Dreisig como Salome © Festival Aix-en-Provence / Bernd UHLIG
salome-aixenprovence-operaactual (1) Una escena del montaje de Andrea Breth © Festival Aix-en-Provence / Bernd UHLIG
salome-aixenprovence-operaactual (1) Una escena del montaje de Andrea Breth © Festival Aix-en-Provence / Bernd UHLIG

Festival Aix-en-Provence

Strauss: SALOME

Nueva producción

Elsa Dreisig, Gábor Bretz, John Daszak, Angela Denoke, Joel Prieto, Carolyn Sproule, Léo Vermot-Desroches, Kristoger Lundin, Rodolphe Briand, Grégoire Mour, Sulkhan Jaiani, Krstján Jóhannesson, Philippe-Nicolas Martin, Allen Boxer, Katharina Bierweiler. Dirección musical: Ingo Metzmacher. Dirección de escena: Andrea Berth. Grand Théâtre de la Provence, 9 de julio de 2022.

 

Festival Aix-en-Provence

Mahler: SINFONÍA N.º 2

Nueva producción

Golda Schultz, Marianne Crebassa. Dirección musical: Esa-Pekka Salonen. Dirección de escena: Romeo Castelucci. Stadium de Vitrolles, 10 de julio de 2022.

El Festival de Aix-en-Provence inició su periplo con dos de los compositores post-románticos más destacados, Gustav Mahler y Richard Strauss, y con sendas dos nuevas y ambiciosas producciones. Con Strauss, el festival apostó por la regista alemana Andrea Breth para poner en escena Salome que compuso un espacio escénico más allá del ideado por Wilde y Strauss: esa terraza de palacio donde ocurre toda la acción dramática. Para Breth, todo lo que sucede en paralelo a este espacio se intuye (en el banquete, en la cárcel de Jochanaan…) pero ella lo muestra a través de la creación de lugares que se inspiran en célebres cuadros de Friedrich (Dos hombres contemplando la Luna, 1819-1820), Van Gogh (Noche estrellada, 1889) o Cranach El Viejo (El Festín de Herodes, 1531). Todo concebido en un escenario demasiado abierto y cubierto durante toda la obra de un tul a modo de pátina de efecto de cuadro de tela que restarían proyección y brillantez a las voces.

Breth pretende otorgar, así, dinamismo e impacto dramático a una obra que ya de por sí lo expresan en su texto y su música. Una idea acertada, al lado de otras peregrinas, como hacer cantar a la cabeza decapitada del Bautista durante el banquete, o la incomprensible danza que, en la teoría de Breth, Salome realiza para Jochanaan, pero en realidad se presenta como la muerte de la protagonista –similar al suicidio de Narraboth– y con su cuerpo flotando por el Aqueronte, a saber, como si de una visión premonitoria se tratara. Asimismo, situó la escena final en una pequeña estancia a modo de lavabo corroído y claustrofóbico, donde Salome, sola –se oye, pero no se ve a Herodes ni a Herodías–, se lava las manos en una palangana donde yace la cabeza de Juan el Bautista.

Ingo Metzmacher dirigió a la Orquesta de París con aplomo, buscando más los juegos cromáticos de la rica partitura straussiana que los destellos nerviosos en una lectura sosegada, a expensas de cierto impacto músico-dramático. Su Salome es brillante en el sonido, casi cristalino, dando juego a los músicos y a los solitas, pero restando calibre sonoro y excitación. En complicidad con Breth, su danza se convirtió en una escena de introspección de la protagonista, en lugar de una exaltación al erotismo de Herodes (o Jochannan).

"Escénicamente, la soprano franco-danesa Elsa Dreisig resultó una Salome parcialmente convincente por su fresca vocalidad de soprano lírica y su apariencia juvenil"

Escénicamente, la soprano franco-danesa Elsa Dreisig resultó una Salome parcialmente convincente por su fresca vocalidad de soprano lírica y su apariencia juvenil. Dreisig conjuga frases muy cuidadas y bien dichas, pero a su instrumento le falta de cuerpo. Salome no debe ser gritada, pero tampoco susurrada y la cantante debe poseer un buen registro agudo y un centro-grave portentoso (pasa del Si 5 al Sol bemol 3 en la misma frase), cosa de la que Dreisig no goza. A su lado, Gábor Bretz exhibió derroche vocal como Jochanaan. Su canto generoso, siempre impactante, con tintes cavernosos permitió disfrutar de lo mejor de la velada. Excelente también el Herodes del incombustible John Daszak. Narraboth en las manos de Joel Prieto resultó pura dulzura y Angela Denoke empezó muy bien como Herodías, pero tuvo un pequeño accidente vocal durante la escena antes de la danza que le hizo terminar como pudo el resto de la función.

ressurrection-operaactual-festivalaix (1) Una escena de la 'Sinfonía n.º 2' de Mahler, escenificada por Romeo Castellucci © Festival Aix-en-Provence / Monika RITTERSHAUS
ressurrection-operaactual-festivalaix (1) Una escena de la 'Sinfonía n.º 2' de Mahler, escenificada por Romeo Castellucci © Festival Aix-en-Provence / Monika RITTERSHAUS
ressurrection-operaactual-festivalaix (1) Una escena de la 'Sinfonía n.º 2' de Mahler, escenificada por Romeo Castellucci © Festival Aix-en-Provence / Monika RITTERSHAUS

Al día siguiente, un gran Mahler aguardaba a las afueras de Aix, casi al llegar a Vitrolles, en un estadio abandonado. Un año de gestación de un proyecto artístico que llega en el momento en el que llega, pero que nada tiene que ver con la guerra de Ucrania, sino más bien con las muertes por Covid tal y como se apresuraron a aclarar desde el Festival. Inspirado en las fosas comunes dejadas por la pandemia enn Brasil y Estados Unidos, el énfant terrible de la escena operística internacional, el regista italiano Romeo Castelluci, puso en escena la monumental Segunda Sinfonía en do menor, Resurrección, de Mahler con una propuesta más soporífera que rompedora. Los cinco movimientos de la magna obra del compositor austro-húngaro representan los distintos estados en el proceso de la muerte –funeral, recuerdos de pasados felices, la vida como un sinsentido y la pérdida, el renacimiento de la fe, el reconocimiento de la vida después de la muerte–, y simplificar estos conceptos que Mahler describió –pero no publicó– en la exhumación de decenas de cuerpos de una fosa común resulta entre pueril, jocoso y repulsivo.

Inicialmente, la idea parecía estar bien encarrilada, un espacio muerto revivido por la música–, un escenario descomunal lleno de tierra húmeda con dos rampas y grandes puertas de acceso al fondo. Orquesta en un gigantesco foso, solistas y coros a ambos lados. Lo que viene a la mente la pregunta, y eso, ¿cómo sonará? Un hermoso caballo blanco accede al escenario, paseándose y olisqueando comida. Finalmente, un mozo de cuadra aparece para llevarse al precioso equino, pero tropieza con lo que parece ser una mano humana. Se percata de lo que es y llama a la policía para que vengan de inmediato. Empieza la sinfonía. La respuesta al sonido: amplificado.

"Simplificar los conceptos que Mahler describió –pero no publicó– en la exhumación de decenas de cuerpos humanos de una fosa común resulta entre pueril, jocoso y repulsivo"

Y, durante una hora y veinte minutos esto fue un no parar de cavar para exhumar a decenas de cadáveres, mostrando a bebés que envuelven y amontonan en cajas de plástico, transportan en furgonetas, una grúa… Al final solo queda una chica que sigue cavando con sus manos en la búsqueda de más restos humanos. Para terminar, lluvia sobre la tierra, para que se purifique. ¿Para qué tanta coba? ¿Para qué tanto sinsentido? Y, ¿para qué tanto castigo a la obra? Castigo porque, a expensas de un dislate escénico, tuvo que sufrir el resultado musical. La de Esa-Pekka Salonen ya podía ser una lectura inspirada, que lo fue y mucho, pero con tanta reverberación y desequilibrio de sonido, los matices eran a penas perceptibles. Un lujo la batuta del finlandés frente a la Orquesta y Coros de París y la de la presencia de la soprano Golda Schultz y la contralto Marianne Crebassa (maravilloso su «Urlicht») en medio de tanto despropósito. Salonen impuso una interpretación serena, buscando el misticismo, pero de la que no se pudieron apreciar ni la sonoridad ni las dinámicas.  * Albert GARRIGA, corresponsal en Aix-en-Provence de ÓPERA ACTUAL