CRÍTICAS
INTERNACIONAL
Un relato ausente y un lirismo divino
París
Opéra National de Paris
Massenet: CENDRILLON
Tara Erraught, Daniela Barcellona, Anna Stephany, Kathleen Kim, Charlotte Bonnet, Marion Labègue, Philippe Rouillon, Lionel Lhote, Cyrille Lovighi, Olivier Ayault, Vadim Artamonov y otros. Dirección musical: Carlo Rizzi. Dirección de escena: Mariame Clément. Opéra Bastille, 1 de abril 2022.
La última vez que se vio Cendrillon en París fue en 1986 en el Châtelet y la Opéra National de Paris la presentó ahora por primera vez. Se comprende la ausencia en los escenarios francesas de la ópera de Massenet: los diálogos son pobres, con contenidos líricos que rozan la cursilería y, todavía peor, la obra no tiene vitalidad, no contiene resortes dramáticos suficientes, es plana. Su libretista, Henri Cain, autor de éxito de un sinfín de libretos, obras de teatro y novelas, además de pintor de cierto renombre, no estuvo a la altura en este caso. Solamente la perfección formal y la belleza de la música pueden mantener al espectador en vilo durante las dos horas y media del espectáculo.
Mariame Clément optó por una escenografía –Julia Hansen– impresionante por sus dimensiones y por sus capacidades mecánicas: ahí es nada elevar el conjunto del plató de La Bastille unos metros y situar a los cantantes debajo de la plataforma durante la escena del sueño de Lucette. Trató a los personajes con cierta libertad (¿en referencia a la actualidad de ciertas jóvenes parejas soñando en pertenecer a la realeza?) presentando al Prince Charmant como un joven caprichoso y beodo y a Lucette–Cendrillon como una chica tosca, incapaz de calzar zapatos de gala. Poco se interesó la regista por los demás personajes con la excepción del de Madame de la Haltière al que pidió peras al olmo como se verá.
Carlo Rizzi, desde el podio, se interesó en cambio por todos los intérpretes dándoles a cada paso la posibilidad de expresarse en las mejores condiciones, vale decir, acentuando el ritmo para dinamizar a un cantante adormecido o pidiendo a los músicos bajar el volumen para permitir que el canto llegase a toda la sala. Durante los múltiples pasajes sinfónicos, y dueño absoluto de la situación, el maestro explicitó plenamente el lirismo divino de la música de Massenet.
Tara Erraught –Cendrillon/Lucette– atrajo la atención del público por la claridad de su emisión y por el cristal de su canto en el diálogo con su padre tras la fiesta en el palacio real, seguido por su triste monólogo y su consecutivo sueño. Compartió la escena en este momento con Anna Stephany –Le Prince Charmant–; ambas honoraron sus papeles con dignidad centrando la atención por su emisión precisa, equilibrada, elegante, complementarias y bien coordinadas. Fue un momento sublime.
Lionel Lhote campeó un Pandolfo de timbre agradable, pero escaso de potencia, y la mezzo Daniela Barcellona se las vio y se las deseó para dar un mínimo de crédito al simpático y desagradable personaje de Madame de la Haltière. Kathleen Kim –voz tensa y bien timbrada– fue un Hada bienhechora, Charlotte Bonnet –Noémie– y Marion Labègue –Dorothée– cumplieron en sus roles de hermanas –aquí– benefactoras de Lucette y el veterano Philippe Rouillon atrajo muchos y merecidos aplausos por su breve papel de Le Roi. * Jaume ESTAPÀ, corresponsal en París de ÓPERA ACTUAL