CRÍTICAS
INTERNACIONAL
Bregenz: El batiburrillo del ingenioso Hidalgo
Festival de Bregenz
Massenet: DON QUICHOTTE
Nueva Producción
Anna Goryachova, Gábor Bretz, David Stout, Léonie Renaud, Vera Maria Bitter, Paul Schweinester, Patrik Reiter. Dirección: Daniel Cohen. Dirección de escena: Mariame Clément. 18 de Julio de 2019.
Esta 74ª edición del Festival de Bregenz ha querido poner en escena dos obras basadas en el Don Quijote de Cervantes, la de Jacob Nolte y la que aquí se reseña, de Massenet. Compuesta en cinco actos, el compositor francés y su libretista, Henri Cain, se basaron en Le Chevalier de la longue figure (1904) de Jacques Le Lorrains, quien a su vez se inspiró vagamente en la original del manco de Lepanto. La obra de Massenet considera sus cinco actos como historias independientes dentro de la atmósfera quijotesca, solo contemplando la presencia de los tres protagonistas, Quijote, Sancho Panza y Dulcinea, como hilos conductores. De ahí que la regista francesa Mariame Clément concibiera cada uno de los cinco actos como historietas totalmente independientes, donde Don Quijote poco tenía que ver.
A modo de introducción, empezó todo con un soliloquio en alemán de quien parecía ser un director de escena que se ocupaba de montar un espectáculo basado en Don Quijote, con la presencia del personaje sentado en la platea del escenario. Con un primer acto de cartón piedra, fiel reflejo añejo del ambiente manchego, aparecía un Quijote característico seguido de Sancho Panza, de Dulcinea y de campesinos muy de libro. El segundo acto incluye la célebre página de los molinos-gigantes, situada en la habitación de un hotel en una época moderna con unos jóvenes Quijote y Panza. Un extractor-ventilador se agiganta y Quijote, asustado, intenta detenerlo y el artilugio golpea al personaje. El tercer acto situará la acción en el Bronx neoyorquino, transformando a Quijote en Peter Parker-Spiderman y a Panza en Robin, quien parece confundir al Hombre Araña con Batman y huye, con lo que Spiderman deberá enfrentarse solo a los maleantes de la Gran Manzana. En el cuarto acto, siempre en Nueva York, se traslada al Daily Planet (o a The Office, quién sabe), aunque Quijote no es Clark Kent, sino un oficinista entrado en edad y Dulcinea una joven secretaria pizpireta. En el quinto acto se vuelve al teatro dentro del teatro, al cartón piedra de la escena de la muerte del protagonista, envejecido; Panza le saca la máscara y muestra al personaje cuando era joven, mientras deja el escenario siguiendo a Dulcinea. La sensación al finalizar la obra es de tal batiburrillo que se hace indigerible. Ideas por doquier que provocaron un regusto agrio pretencioso y de poca profundidad.
Musicalmente la cosa anduvo por otros lares, afortunadamente, empezando por la inspirada dirección de Daniel Cohen, extrayendo un sonido excelso de la Sinfónica de Viena con cuidadísimo fraseo. ¡Qué bien los dos interludios! Si algo se le podría reprochar sería algunos tempi demasiado lentos, pero qué más daba cuando la música sonaba a gloria y esos tiempos permitían degustarla con deleite.
Gábor Bretz fue un hidalgo de gran distinción, detallista en el fraseo, elegante y con una voz de bajo-barítono de gran calidad y homogeneidad, amén de una sobrada proyección. Se mostró delicado en la serenade “Quand apparaissent les etoiles” y muy musical en “Prends cette île” y en toda la escena de la muerte. Anna Goryachova (Dulcinée) hizo gala de un instrumento de gran belleza, además de un sentido musical y dramático de gran calibre; lástima de una dicción francesa algo ininteligible que desdibujaría ligeramente una fantástica “Oui, je souffre votre tristesse”. David Stout (Panza) estuvo también al nivel de sus compañeros gracias a un saber hacer de mucha calidad.
CRÍTICAS RELACIONADAS