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INTERNACIONAL
Bieito dirige la ópera que Mahler nunca escribió
Viena
Wiener Staatsoper
Mahler: VON DER LIEBE TOD
Nueva producción
Kindertotenlieder y Das klagende Tod de Gustav Mahler. Vera-Lotte Boecker, Monika Bohinec, Daniel Jenz, Florian Boesch. Dirección musical: Lorenzo Viotti. Dirección de escena: Calixto Bieito. 2 de octubre de 2022.
Gustav Mahler fue uno de los directores de ópera más célebres de su época, y su década como titular en la entonces llamada Hofoper de Viena fue todo un hito que elevó la calidad de la compañía a niveles insospechados. Pero el autor de sinfonías hoy en día de pleno repertorio nunca escribió una ópera. 125 años después del inicio de la relación del compositor con el teatro, la Ópera Estatal de Viena propone como primera nueva producción de la temporada un espectáculo escénico que, bajo el título Von der Liebe Tod, reúne la cantata Das klagende Lied, una pieza compuesta a los 20 años que Mahler consideraba su auténtico opus 1, con los Kindertotenlieder, uno de los ciclos de canciones más célebres del músico austro-bohemio.
Junto a sus potentes lecturas del repertorio operístico, Calixto Bieito ha ido ofreciendo en los últimos años singulares puestas en escena de partituras en origen no concebidas para el teatro, desde la Pasión según San Juan de Bach a las Vespro della Beate Vergine de Monteverdi pasando por los réquiems de Verdi o Britten. Este proyecto Mahler, la segunda producción que Bieito estrena en Viena tras Tristan und Isolde (el teatro ya tenía en repertorio la ubicua Carmen), se insiere en esta línea de trabajo con resultados notables. Aunque sin personajes, Das klagende Lied relata una historia para la que Mahler se inspiró en diversos cuentos decimonónicos y que Bieito sigue a grandes rasgos: dos hermanos salen a la búsqueda de una flor que conseguirá para quien la halle la mano de la reina. El hermano pequeño la encuentra primero, pero el mayor lo asesina mientras duerme y reclama la real novia. Un músico encuentra en el bosque un hueso del difunto, con el que fabrica una flauta que entona la canción del lamento del título. Llegado a la corte, el canto causa desesperación y la destrucción del castillo.
El primer shock visual se produce solo levantarse el telón, descubriendo un espacio de una blancura cegadora, reforzada por una iluminación potente, habitado por gentes también vestidas de un blanco impoluto (Bieito vuelve a contar con su equipo habitual formado por Rebecca Ringst a cargo del decorado, Ingo Krügler en el vestuario y Michael Bauer con la iluminación). Un mundo aséptico en el que la naturaleza es solo un vestigio de un pasado desaparecido y la humanidad, como las criaturas de Matrix, vive dependiendo de un montón de cables que, como las raíces de un árbol invisible, descienden desde lo alto. La violencia no está ausente de este mundo en el que incluso el futuro, encarnado por los dos niños cantores que tienen a su cargo el canto del lamento, está amenazado: si a uno de ellos le cortan un brazo para hacer la flauta encantada, el segundo acaba amortajado en la catástrofe conclusiva. Los Kindertotenlieder se convierten, así, en una coda lastimera, con diversos niños dibujando en los muros mientras la mezzosoprano y el barítono solistas asumen el dolor de su pérdida. La principal pega a la propuesta es que las potentes intuiciones dramáticas de Bieito quedan en ocasiones contrarrestadas por una puesta en escena no siempre diáfana que limita el papel del coro al bailar o a moverse de forma convulsa.
Lorenzo Viotti, uno de los directores en clara ascensión del momento, debutaba en el foso de la Ópera Estatal de Viena convenciendo más en la parte menos conocida de la propuesta. En su forma original en tres secciones, Das klagende Lied es una partitura frondosa que anuncia muchos elementos del Mahler posterior. El músico suizo acentuó los contrastes y subrayó la riqueza colorística de la pieza en una lectura de gran impacto que contó con la óptima aportación de la orquesta titular, mientras que el coro, descontando pequeñas imprecisiones atribuibles al movimiento escénico, ofreció momentos de una potencia desbordante.
La luminosidad de la soprano Vera-Lotte Boecker y el fraseo lírico del tenor Daniel Jenz encontraron un buen contrapunto en la voz sonora y el canto incisivo de la mezzosoprano Monika Bohinec (meritoria substituta a última hora de la prevista Tanja Ariane Baumgartner) y la firmeza del barítono Florian Boesch. Los dos últimos tuvieron a su cargo los Kindertotenlieder, con Boesch reafirmando con un canto de un extremo refinamiento su condición como uno de los liederistas más relevantes de la actualidad. Pero los dos cantantes tuvieron que lidiar con los tiempos lentos impuestos por Viotti en una versión en exceso preciosista y autocomplaciente. Al menos, Mahler regresó a la Haus am Ring de una forma inusual. * Xavier CESTER, crítico internacional de ÓPERA ACTUAL
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