Bayreuth: Tannhäuser, del Burger King a Bayreuth

19 / 08 / 2019 - Xavier CESTER - Tiempo de lectura: 3 min.

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'Tannhäuser' en la producción de Tobias Kratzer que ha inaugurado el Festival de Bayreuth © Bayreuther Festspiele / Enrico NAWRATH
Lise Davidsen como Elisabeth en la nueva producción de 'Tannhäuser' que presenta el Festival de Bayreuth © Bayreuther Festspiele / Enrico NAWRATH
La producción de 'Tannhäuser' con dirección de escena de Tobias Kratzer que repone el Festival de Bayreuth © Bayreuther Festspiele / Enrico NAWRATH
'Tannhäuser' en la producción de Tobias Kratzer que ha inaugurado el Festival de Bayreuth © Bayreuther Festspiele / Enrico NAWRATH

Festival de Bayreuth

Wagner: TANNHÄUSER

Nueva Producción

Stephen Gould, Lise Davidsen, Markus Eiche, Elena Zhidkova, Stephen Milling. Director: Valery Gergiev. Director de escena: Tobias Kratzer. Festspielhaus, 17 de agosto.

Para Tannhäuser, “la commedia è finita” cuando Venus atropella a un policía a la salida de un Burger King de carretera. Este es el punto culminante de la película que acompaña la obertura en la nueva producción del Festival de Bayreuth de 2019 y que nos muestra la vida anárquica, antisistema de Venus y una peculiar troupe a bordo de una camioneta destartalada: un enano, una drag queen negra y un Tannhäuser vestido de payaso. Tobias Kratzer, bien apoyado en los brillantes diseños (decorado y vestuario) de Rainer Sellmaier y las hábiles proyecciones de Manuel Braun, despliega en este montaje dosis industriales de ingenio y humor (pocas veces se habrán oído tantas carcajadas en una representación de Tannhäuser) para retratar la duda permanente del protagonista entre dos mujeres y, en definitiva, dos modos de vida. Porque cuando abandona a Venus, Tannhäuser se encuentra con peregrinos engalanados rumbo al templo sagrado de su religión, Bayreuth, y a sus antiguos compañeros, cantantes descansando antes de la representación.

Habría que empezar a establecer una nueva categoría de producciones en la Verde Colina, las autoreferenciales o metabayreuthianas, que Kratzer lleva a su apogeo. Si en el primer acto hay guiños a otros Tannhäuser de la casa -una hilarante referencia al biogas de la producción anterior, la drag Le Gateau Chocolat, protagonista de un reivindicativo show en el jardín en el primer entreacto, como eco de la primera cantante negra en el festival, Grace Bumbry-, el segundo acto se convierte en un gigantesca versión operística de la célebre comedia Noises off de Michael Frayn, un cruce trepidante entre realidad y representación. En la parte inferior del escenario vemos una representación convencional de ambientación medieval, mientras que la pantalla superior muestra los entresijos de técnicos e intérpretes entre bambalinas y, sobre todo, cómo Venus y los suyos se cuelan en el teatro para disrumpir la función. Katharina Wagner en persona interviene llamando a la policía, que detiene a Tannhäuser.

El tercer acto adopta una mirada mucho más negra y, en un giro de clase de 180 grados, los peregrinos se convierten en homeless recogiendo chatarra. Peor es el destino de Elisabeth quien, al no encontrar a su amado, se lleva al catre a Wolfram pero sólo si este también se viste de payaso. La elección de Tannhäuser llega tarde, Elisabeth consuma las tendencias suicidas apuntadas con anterioridad, sólo queda la ficción idealizada de la pantalla, con los dos enamorados en la furgoneta, rumbo al horizonte.

© Bayreuther Festspiele / Enrico NAWRATH

Stephen Gould y Elena Zhidkova en la producción de Tobias Kratzer que ha inaugurado el Festival de Bayreuth

Kratzer firma, en defintiva, un espectáculo, si no de gran calado, sí de evidente eficacia teatral que contó con un magnífico reparto. Algún sonido reseco no afectó al Tannhäuser de energía inagotable y fraseo bien modulado de Stephen Gould, culminando en una Narración de Roma sobrecogedora. El debut en Bayreuth de Lise Davidsen se saldó con un triunfo espectacular, gracias a una Elisabeth más asertiva de lo habitual, servida con una voz de una opulencia pasmosa en todos los registros, capaz de expansiones sin esfuerzo y detalles de exquisita delicadeza. Sólo le faltaría dar mayor relieve al texto para colmar todas las expectativas. Markus Eiche fue un Wolfram modélico en todo punto, Elena Zhidkova una Venus de gran intensidad vocal y escénica, Stephen Milling un noble Landgraf, pese al desgaste del agudo, mientras que el Walther de Daniel Behle, favorecido por la elección de la versión de Dresde, descolló en un irregular grupo de cantores. A destacar la voz pura del Pastor de Katharina Konradi.

Valery Gergiev no mereció las protestas de una pequeña parte del público. Cierto es que si se contrata a una estrella de este calibre es lícito esperar resultados especiales o, como mínimo, una óptica diferente, que el titular del Mariinsky, en tránsito continuo entre Salzburgo y Bayreuth (o entre Verdi y Wagner), no ofreció. Su versión fue correcta en términos generales, con pequeños desajustes sin gran importancia y altibajos en la tensión del discurso, también presentes, por otro lado, en otras interpretaciones de Gergiev. Así, el gran concertante del segundo acto tuvo demasiados momentos exánimes, pero, por contra, el lirismo de las escenas más íntimas estuvo bien delineado. Coro y orquesta siguen siendo puntales imprescindibles de Bayreuth.- ÓA