CRÍTICAS
NACIONAL
Barcelona: Anna Pirozzi y Saioa Hernández en una 'Gioconda' a la antigua
Gran Teatre del Liceu
Ponchielli: LA GIOCONDA
Anna Pirozzi / Saioa Hernández, Dolora Zajick /Ketevan Kemoklidze, Ildebrando D’Arcangelo / Carlo Colombara, María José Montiel, Brian Jagde / Stefano La Colla, Gabriele Viviani / Luis Cansino, Carlos Daza, Beñat Egiarte, Marc Pujol. Dirección: Guillermo García Calvo. Dirección de escena: Pier Luigi Pizzi. 1 y 5 de abril de 2019.
El Gran Teatre del Liceu recuperó esta coproducción de La Gioconda con el Teatro Real y la Arena de Verona a cargo de Pier Luigi Pizzi que ya ha visitado importantes teatros como la Opéra Bastille, la Ópera de Roma o, en una versión algo mejorada, el China NCPA de Pekín. Se trata de una propuesta muy asequible a nivel visual –no exenta de cierta complejidad escénica–, que presenta una Venecia negra como las góndolas y puentes que completan la escena junto a un, a ratos, colorista vestuario del propio Pizzi. La compleja trama se presenta de forma fácil pero sin alardes ni modernidades más allá de las góndolas que llegan por los canales y el incendio del barco de Enzo Grimaldo. En su contra está la cantidad de escalones y el ruidoso paso del coro y solistas por los diferentes ambientes y el reducido espacio para el movimiento de los protagonistas (y del coro) que en la mayoría del tiempo están frente al público, a la antigua, precisamente donde se les ve y escucha de forma magnífica.
El reparto también estaba estructurado como en épocas pasadas donde importaba más la calidad de las voces que su adecuación al personaje, especialmente en el caso de la sexagenaria Dolora Zajick que impresionó por su robusto instrumento, todavía imponente, pero que actoralmente no casaba para nada con la joven y seductora Laura Adorno. La soprano Anna Pirozzi tuvo que adelantar su aparición debido a que Iréne Theorin hubo de cancelar por enfermedad; la cantante italiana, que debía cantar la segunda función, mostró su adecuación al rol con una impresionante actuación por calidad del instrumento, excelente técnica, estilo y proyección , demostrando que es una de las mejores intérpretes del mundo en este repertorio y obteniendo los mayores aplausos de la velada, especialmente en el aria del último acto, “Suicidio!”. Fue muy bien recibido el tenor estadounidense Brian Jagde quien sorprendió como un Enzo de destacado y potente instrumento capaz de matizar y dar expresividad al príncipe genovés, algo que no obtuvo con rotundidad el prestigioso Ildebrando D’Arcangelo que posee un instrumento aterciopelado y de muy bello color, pero al que le faltó más de empaque y rotundidad para lucirse como el Dux, especialmente en la zona grave.
La española María José Montiel se implicó totalmente con el personaje de La Cieca, madre de Gioconda; a nivel actoral sorprendió al estar siempre con los ojos cerrados imponiendo una cuidada emisión y obteniendo numerosos aplausos y vítores por parte del público. Muy adecuado el espía Barnaba de Gabriele Viviani, sacando el máximo rendimiento del personaje a pesar de un instrumento no demasiado bello, pero muy afín al rol.
Muy correcto el resto del reparto, con especial mención para el coro y el ballet (compañía no identificada en el programa), con una excelente Letizia Giuliani, que bailó en esta producción en numerosas ocasiones incluida en el Liceu en 2005, y el también impactante Alessandro Riga con una espectacular actuación a pesar de ese pequeño desequilibrio al final de sus giros que estuvo a punto de hacerle caer.
Sin duda un título importante del repertorio que fue muy bien recibido por el público del Liceu gracias al destacado reparto y a una emotiva y cuidada dirección musical a cargo de Guillermo García Calvo que debutaba en el coliseo barcelonés.
Había gran expectación por poder escuchar a la soprano madrileña Saioa Hernández en Barcelona tras su éxito en la inauguración de la temporada de La Scala de Milán con la Odabella del Attila de Verdi, y tras su éxito en la función del pasado 2 de abril en el Liceu que precipitó su debut, regresó el día 5 al Gran Teatre al mantenerse la cancelación de Iréne Theorin. Ya más asentada en el montaje, su interpretación destacó muy favorablemente por su emisión redonda, amplia, de cuidada dicción y muy emotiva en la expresividad. Si Pirozzi maneja la mesa di voce con mayor excelencia, Hernández ofreció una gran homogeneidad en el canto y una proyección del registro agudo de gran efecto por la calidez y amplitud de su instrumento. Fue recibida con numerosos aplausos y vítores, especialmente tras su aria final, «Suicidio!». Stefano La Colla defendió su personaje con una voz de tenor de gran calidad, precioso timbre y fantástica proyección y volumen, pero su línea de canto resultó irregular y fue una lástima, porque el instrumento es muy atractivo y podría ser un Enzo sensacional. Luis Cansino fue un Barnaba muy sólido, con un instrumento amplio, perfectamente proyectado y con una caracterización del malvado personaje muy convincente. Ketevan Kemoklidze fue una joven y bella Laura convincente a nivel canoro y actoral, con un instrumento elegante, bien proyectado y carnoso, con el típico vibrato de las intérpretes del papel. Carlo Colombara mostró su grave y aterciopelada voz de bajo verdiano con un centro de gran presencia, pero su registro agudo no fue tan convincente perjudicando su interpretación como el Dux . Muy cuidado el resto del reparto, sobresaliendo nuevamente María José Montiel como la Cieca, la pareja de bailarines solistas y la compañía de danza, además del Coro y la Simfònica del Liceu, dirigida con excelencia nuevamente por Guillermo García Calvo.
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