Barbieri y los fantasmas de Goya

Madrid

09 / 10 / 2022 - Mario MUÑOZ - Tiempo de lectura: 3 min

Print Friendly, PDF & Email
panytoros-teatrodelazarzuela-operaactual (1) Una escena de la nueva producción de 'Pan y toros' © Teatro de La Zarzuela / Elena DEL REAL
Pan y toros © Teatro de La Zarzuela /Javier DEL REAL
panytoros-teatrodelazarzuela-operaactual (1) Borja Quiza (Capitán Peñaranda) y Carol García (Princesa de Luzán:) © Teatro de La Zarzuela / Elena DEL REAL
panytoros-teatrodelazarzuela-operaactual (1) Una escena de la nueva producción del Teatro de La Zarzuela de 'Pan y toros' © Teatro de La Zarzuela / Elena DEL REAL

Teatro de La Zarzuela

Barbieri: PAN Y TOROS

Nueva producción

Yolanda Auyanet, Carol García, Borja Quiza, Milagros Martín, Gerardo Bullón, María Rodríguez, Enrique Viana, Pedro Mari Sánchez, Carlos Daza, Pablo Gálvez, José Manuel Díaz, Pablo López, Lara Chaves, Sandro Cordero, Alberto Frías, César Sánchez, Julen Alba. Coro del Teatro de la Zarzuela. Orquesta de la Comunidad de Madrid.  Dirección musical: Guillermo García Calvo. Dirección de escena: Juan Echanove. 6 de octubre de 2022.

 

El hambre voraz de los fantasmas que acosan es algo difícil de ver en escena. Aquellas furias, como las llamaban los griegos, tan esquivas como ególatras, fueron las protagonistas del desembarco de Juan Echanove como director de escena en el montaje de Pan y toros del Teatro de La Zarzuela, que se centró precisamente en eso: el atormentado mundo de Goya y sus omnipresentes fantasmas. Y era algo lógico, porque tener al pintor como personaje de una zarzuela es demasiado tentador como para pasarlo por alto. Con un medio ruedo taurino giratorio, altos espacios inconcretos y un buen número de actores de la negrura, se puso en marcha esta nueva visión que busca la universalidad de algunos conflictos sociales a través de una insinuada asimilación de aquellos días de disputas con estos nuestros de griterío.

Y Echanove puede hacerlo porque cabe, porque Pan y toros nunca ha sido fácil. Tiene una gran y bien ganada reputación, al atesorar alguna de la mejor música de Barbieri, además de un tema nada baladí y un libro de Picón con momentos de verso bien encendido. Pero se pone poco sobre las tablas porque requiere de un nivel actoral espléndido —con larguísimos parlamentos—, una puesta en escena de peso, y la asunción de que sonrisas… va a haber pocas. De hecho, hacía más de veinte años que este título fundacional de tantas cosas no subía al escenario del propio Teatro de La Zarzuela, que es la casa ideada por Barbieri para dar cabida a obras como estas.

"Estupendas Yolanda Auyanet y Carol García, como Pepita y Princesa de Luzán. La primera tenía más espacio para el lucimiento por las exigencias de la coloratura, la segunda un papel dramático más comprometido"

Pero en esta ocasión Pan y toros se saldó con éxito: el movimiento de los protagonistas es coherente, las proyecciones refuerzan la atmósfera, el escenario muestra sin arrinconar, y vestuario e iluminación están al servicio del drama. La sensación general fue de gran teatro. El único pero fue que los fantasmas, que revolotean por el escenario, en ocasiones distraían de la acción en exceso con sus movimientos subvertidos, como ocurre en la escena de la casa de Goya. Sincronía perfecta entre el movimiento escénico y el foso, donde Guillermo García Calvo se quiso sumar al aquelarre con una visión de la partitura repleta de matices, de búsqueda de evocaciones y de subrayados en todos esos lugares donde Barbieri encontró soluciones a la ecuación imposible del estilo musical patrio.

El reparto cumplió con honores, dadas las circunstancias: el esfuerzo actoral aquí es tan grande, el texto tan amplio, que casi se siente alivio por ellos cuando se echan a cantar. Estupendas Yolanda Auyanet y Carol García, como Pepita y Princesa de Luzán. La primera tenía más espacio para el lucimiento por las exigencias de la coloratura, la segunda un papel dramático más comprometido. También a un gran nivel Borja Quiza como el Capitán Peñaranda y el heroico Goya de Gerardo Bullón. El caso de Pedro Mari Sánchez (el Corregidor) fue muy particular: su capacidad de canto estaba lejos de la de sus compañeros, pero en cuanto a recitado dio una auténtica clase magistral sobre cómo decir y cómo convertir el verso en dardo. También el coro estuvo al mejor nivel de sus últimas temporadas, sumándose a la fiesta de un título muy querido que hace reflexionar —que no reír— respecto a la reiteración de la historia con independencia de sus protagonistas.  * Mario MUÑOZ, corresponsal en Madrid de ÓPERA ACTUAL