CRÍTICAS
INTERNACIONAL
Baden-Baden: Domingo inoxidable
Festspielhaus Baden-Baden
Verdi: SIMON BOCCANEGRA
Plácido Domingo, Ferruccio Furlanetto, Tatiana Serjan, Otar Dzhordzhikia, Roman Burdenko. Dirección: Valery Gergiev. Dirección de escena: Andrea de Rosa. 9 de julio de 2019.
Ver a Plácido Domingo pisar las tablas de una escena operística es como presenciar a Roger Federer disputando un partido de tenis sobre la hierba de Wimbledon. Es tener conciencia de vivir un momento único, es tener enfrente al mejor de los mejores mostrando un nivel incomparable a una edad en la que la inmensa mayoría de sus colegas están más que jubilados. Pero sobre todo, es un grandísimo placer.
A los entendidos que alegan que Domingo no es un verdadero barítono verdiano se les podría preguntar si han escuchado alguna vez a los barítonos que cantaban en tiempos de Verdi, los cuales poco tenían que ver con los que hoy se considera especialistas del citado repertorio. Lo que es seguro es que ningún barítono actual dispone de la belleza tímbrica y del fraseo que hizo gala el cantante madrileño en el Festspielhaus Baden-Baden. Por si fuera poco, la partitura de Simon Boccanegra se adapta perfectamente a sus medios vocales actuales, con lo que apenas se pudieron apreciar dificultades en ese aspecto.
A un nivel similar de excelencia se situó el Fiesco de otra vieja estrella del firmamento operístico, Ferruccio Furlanetto. Desde su entrada en escena, su porte y su timbre denotaron la autoridad y arrogancia del viejo patricio. Pero la ópera sin emoción no es más que bello ruido, y es ahí donde la alquimia entre los dos monstruos sagrados funcionó a las mil maravillas. Domingo y Furlanetto hicieron un dúo final absolutamente sublime, y la muerte de Simon seguro que hizo saltar las lágrimas a más de un espectador.
Como no podía ser de otro modo, el resto de cantantes quedó por debajo del dúo estelar Domingo-Furlanetto. Tatiana Serjan tiene sin duda los medios de una soprano verdiana, pero a su timbre oscuro se le echó en falta más brillo en el registro agudo. El tenor Otar Dzhordzhikia tuvo sus más y sus menos con una tesitura que se antoja demasiado empinada para su voz de tenor lírico, mientras que Roman Burdenko fue un digno Paolo. Valery Gergiev dirigió al conjunto con su habitual pasión y su tendencia al exceso de decibelios, acompañado por sus huestes del Teatro Mariïnsky de San Petersburgo.
La puesta en escena de Andrea de Rosa fue muy tradicional en el buen sentido del término, más concentrada en el trabajo de los actores que en enmendarle la plana al libretista, con lo que no hubo grandes salidas de tono. La única concesión a la literalidad del libreto fue la aparición del fantasma de María en un par de ocasiones. Por otro lado, las proyecciones marítimas recordaron muy acertadamente la importancia del mediterráneo en esta gran obra del genio de Busetto.
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