Asmik Grigorian hechiza con una rareza de Chaikovsky

Frankfurt

21 / 12 / 2022 - Xavier CESTER - Tiempo de lectura: 4 min

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lahechicera-frankfurt-operaactual (1) Asmik Grigorian como Nastasia © Oper Frankfurt / Barbara AUMÜLLER
lahechicera-frankfurt-operaactual (1) Una escena del montaje de Vasily Barkhatov © Oper Frankfurt / Barbara AUMÜLLER
lahechicera-frankfurt-operaactual (1) Asmik Grigorian como Nastasia © Oper Frankfurt / Barbara AUMÜLLER

Oper Frankfurt

Chaikovsky: LA HECHICERA

Asmik Grigorian, Iain MacNeil, Elena Manistina, Alexander Mijailov, Frederic Jost. Dirección musical: Valentin Uryupin. Dirección de escena: Vasily Barkhatov. 18 de diciembre de 2022.

La Ópera de Frankfurt se ha aficionado a programar óperas infrecuentes del repertorio eslavo en las fechas prenavideñas. Si en 2021 fue La noche de Navidad de Rimsky-Korsakov, en 2022 la elección ha sido esta Charodeyka (La hechicera), uno de los títulos menos representados de Chaikovsky pese a que el compositor la consideraba una de sus grandes obras. A nivel musical, la partitura presenta abundantes riquezas, pero a nivel dramático los problemas son múltiples. Estrenada sin éxito en 1887 con un libreto de Ippolit Shpazhinsky que adaptaba una tragedia suya, la obra presenta un singular cuadrángulo amoroso: la atractiva propietaria de un hostal, la viuda Nastasia, recibe los avances continuados del Príncipe ante los celos desatados de la Princesa. Su hijo Yuri decide salvar el honor de la madre matando a la hostalera, pero acaba rendido ante su belleza (porque La hechicera del título tiene más que ver con el encanto personal del personaje que con la magia). La fuga de los dos amantes es frenada por la Princesa, que envenena a Nastasia. Cuando el Príncipe descubre el percal, mata a su mujer y a su hijo antes de enloquecer. La profusión de personajes anecdóticos, una caracterización psicológica deficiente y un final más propio del grand guignol juegan en contra de la obra, y pese a que la música de Chaikovsky es compensación más que suficiente, Charodeyka está lejos de La dama de picas, el título que le sucede en el catálogo operístico del compositor.

El gran reclamo de la Ópera de Frankfurt, más allá de la curiosidad de la obra, era la presencia de una de las sopranos más aclamadas de la actualidad, Asmik Grigorian, y la cantante lituana cosechó un nuevo triunfo como Nastasia, también llamada Kuma. Sus primeras intervenciones fueron todo contención y refinamiento, sin renunciar por ello a la firmeza de carácter. Si el aria del primer acto fue una delicia de expresividad sincera, a medida que avanzaba la trama la voz se iba liberando en paralelo a la creciente intensidad emocional del personaje, culminando en el dúo con Yuri. Añádase la naturalidad impresionante como actriz de Grigorian y se entenderá por qué volvió a hechizar al público. Iain MacNeil es uno de los valores más firmes de la compañía de Frankfurt, un barítono de timbre bruñido que, como Príncipe, supo pasar de la elegancia inicial a la furia devastadora del último acto.

"Si el aria del primer acto de Asmik Grigorian fue una delicia de expresividad sincera, a medida que avanzaba la trama la voz se iba liberando en paralelo a la creciente intensidad emocional del personaje"

Convocada una vez ya iniciada la seria de representaciones, Elena Manistina fue una Princesa con todos los atributos esperables de una mezzosoprano rusa: voz pulposa (aunque algo limitada en los dos extremos de la tesitura) y canto explosivo. El tenor Alexander Mijailov aportó a su Yuri un timbre claro, algo engolado, y buena capacidad para negociar la por momentos aguda tesitura. Frederic Jost encarnaba al malévolo clérigo Mamyrow con un instrumento oscuro y rotundo, desplegado también en el papel del brujo Kudma. Del extenso reparto también cabe destacar la firmeza de Zanda Švēde como Nenila, un luminoso Jonathan Abernethy como Balakin y el apropiadamente ridículo Paisi de Michael McCown.

Valentin Uryupin, más allá de puntuales desajustes con el coro, supo traducir el generoso lenguaje melódico de Chaikovsky, que en esta obra se despliega más en conjuntos y ariosi que no en arias propiamente dichas (de hecho, a la obra le falta un hit como a sus congéneres). El director ruso supo sacar a relucir detalles de orquestación, sobre todo de las maderas, y condujo con buen pulso el drama hasta la arrolladora tempestad conclusiva.

El montaje de Vasily Barkhatov es fiel a uno de los ejes dramáticos de la ópera, la crítica, más o menos explícita, al papel del clero ortodoxo y la nobleza. El decorado de Christian Schmidt contrapone dos mundos antagónicos: el espacio de libertad de Nastasia, un refugio artístico para todo tipo de identidad (de sexo, género o raza), y el hogar de una familia de la oligarquía, dominada por la religión y el dinero, una clase dominante que no acepta ninguna desviación al orden establecido. La Rusia de Putin, en la que las minorías y la libertad artística cada vez están más amenazadas, es el referente claro de la producción, que Barkhatov rellena con innumerables detalles realistas, reflejados también en el vestuario de Kirsten Dephoff (como el estilo hortera de los potentados). Si el punto de partida es atractivo, la caracterización de algunos personajes no resuelve los problemas de la ópera: Nastasia queda demasiado desdibujada en el concurrido primer acto, pese a que una fotonovela proyectada durante la obertura nos muestra su pasado, y Yuri es presentado como un boxeador de pocas luces. Además, el director acaba abusando de la capacidad técnica del escenario giratorio de Frankfurt con cambios rápidos de decorado.

Para el cuarto acto Barkhatov opta por una solución onírica, elementos de un espacio contaminan al otro de forma inquietante, y en el movimiento continuo del decorado se descubre un limbo intermedio donde se produce la tragedia. Ahora bien, la resolución del envenenamiento y el asesinato de tres cuartas partes de los protagonistas fue más bien pedestre. Al final, el Príncipe, rodeado de muerte, intenta suicidarse sin éxito. Sin llegar a las cotas excelsas del Rimsky-Korsakov del año pasado, esta Charodeyka confirma el estatus de Frankfurt como una de las compañías más inquietas e interesantes de Europa.  * Xavier CESTER, crítico internacional de ÓPERA ACTUAL