CRÍTICAS
INTERNACIONAL
'Andrea Chénier' con caras nuevas en La Scala
Milán
Teator alla Scala
Giordano: ANDREA CHÉNIER
Yusif Eyvazov, Sonya Yoncheva, Luca Salsi, Francesca Di Sauro, Josè Maria Lo Monaco, Elena Zilio, Rubén Amoretti, Sung-Hwan Damien Park, Adolfo Corrado y otros. Dirección musical: Marco Armiliato. Dirección de escena: Mario Martone. 6 de mayo de 2023.
La reposición de esta producción que inauguró la temporada 2017 del Teatro alla Scala, ha sido confiada al director de orquesta Marco Armiliato, que es siempre una garantía de profesionalidad y que conoce y domina perfectamente el repertorio verista. Siempre óptima, la espléndida orquesta volvió a brillar, y otra vez estuvo magnífico el coro que en Alberto Malazzi ha encontrado un digno sucesor del precedente Casoni.
Esta vez, dos de los intérpretes protagonistas repetían su respectivas particelle: Yusif Eyvazov, como Andrea Chénier, y Luca Salsi en el rol de Carlo Gerard. El tenor de Azerbaiyán, formado en la Accademia de La Scala, lo tiene todo: arranque, agudos, domina las dinámicas, frasea y acentúa con un óptimo italiano. Además, en escena es valiente y arrebatador. Solo le falta un timbre bello y, en cierta medida, recuerda en la voz a los más mayores como Bernabé Martí, precisamente un ejemplo de voz nada atractiva pero de buen canto. Su Chénier mereció el aplauso tras el “Improvviso” y luego vino el triunfo al final de la ópera: se le reconocen sus cualidades y se le perdona una naturaleza no demasiado generosa.
Salsi repitió con mayor hondura interpretativa el Gerard que ya le aplaudió un público, el de La Scala, que le tiene cariño y que esta vez le ovacionó incluso con peticiones de bis tras su “Nemico della patria”. La nueva integrante en la producción fue Sonya Yoncheva, que ha sorprendido muy gratamente tras su discutible Fedora, y es que la parte de Maddalena, al ser más aguda, no le impone una zona grave que le es totalmente ajena. Su “Mamma morta”, precedida por un vibrante recitativo, le garantizó el éxito, repetido luego en el dúo final, al rojo vivo, con Eyvazov.
Del amplio reparto hay que destacar el siempre penetrante y sibilino Incredibile del tenor Carlo Bosi, resultando un lujo asiático disponer del español Rubén Amoretti —que debutaba en Milán— en la parte de Roucher. El barítono Giulio Mastrototaro dio justo relieve, vocal y escénico, al Sanculotto Mathieu, en tanto que el tenor Paolo Antonio Levi se demostró un Abate menos caricaturesco le lo habitual. Entre la Condesa de Coigny de José Maria Lo Monaco y la mulatta Bersi de Francesca Di Sauro, fue mejor la interpretación y vocalidad de la segunda.
Un capítulo aparte merece Elena Zilio en el rol de la vieja Madelon: la mezzo, que pronto llegará al Liceu para incorporarse al Evgeni Onegin inaugural como Filipievna, nació en 1942. Si es poco galante subrayarlo, es sorprendente apreciar su voz impresionante, ya que al abrir boca ofrece una clase magistral, sellando su cameo con la emisión firme de una treintañera, perfectamente proyectada, y con una interpretación de gran escuela. Una oportunidad para sus colegas (y para el público) de apreciar lo que era la antigua escuela de canto.
La producción de Mario Martone se confirma funcional y bien realizada, respetando la dramaturgia y consintiendo rápidos cambios de escena a vista del público. * Andrea MERLI, corresponsal en Milán de ÓPERA ACTUAL