Amartuvshin Enkhbat, un ‘buffone’ para la historia

Milán

08 / 07 / 2022 - Andrea MERLI - Tiempo de lectura: 4 min

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teatroallascala-rigoletto-operaactual (3) Una escena del 'RIgoletto' de Mario Martone © Teatro alla Scala / BRESCIA & AMISANO
teatroallascala-rigoletto-operaactual (3) Una escena del 'RIgoletto' de Mario Martone © Teatro alla Scala / BRESCIA & AMISANO
teatroallascala-rigoletto-operaactual (3) Amartuvshin Enkhbat como Rigoletto y Nadine Sierra como Gilda © Teatro alla Scala / BRESCIA & AMISANO

Teatro alla Scala

Verdi: RIGOLETTO

Nueva producción

Amartuvshin Enkhbat, Nadine Sierra, Piero Pretti, Gianluca Buratto, Marina Viotti. Dirección musical: Michele Gamba. Dirección de escena: Mario Martone. 30 de junio de 2022.

Que la producción de Rigoletto firmada por Gilbert Deflo con escenografía y vestuario de la acreditada pareja Frigerio-Squarciapino, estrenada en 1994 y re3puesta en innumerables ocasiones, había cumplido ya su ciclo vital puede ser opinable –quizá, como la Traviata de la Cavani no es de descartar que reaparezca–, pero que una nueva producción se acomodase a la actual moda del Regie theater era tan previsible como inevitable. Y eso ya no se discute, porque se viene aplicando desde tiempos inmemorables la trasposición de las tramas operísticas a los tiempos modernos, porque las obras maestras absolutas no temen a las reinterpretaciones, pero los forzamientos a la dramaturgia son intolerables. No se puede pretender que la gente haya visto la película coreana Parasite para que pueda encontrarle una lógica al final inventado para este Rigoletto por Mario Martone, un regista de indiscutible talento, junto a la no menos talentosa escenógrafa Margherita Pelli.

Estos dos mundos separados, con los poderosos degenerados en la parte de arriba y los no menos degenerados pero desheredados e impotentes abajo, funciona con Rigoletto en un único sentido. El Duque alcoholizado y drogadicto ya no es noticia desde la edición en inglés de la ENO de 1982 y no resulta creíble una Gilda rodeada de maleantes, con una Giovanna proxeneta y un Sparafucile fácil con la pistola, que ignora que su padre está al servicio del señor que vive en el piso de arriba. Tampoco cuadra la figura de esta Gilda emancipada, recalcitrante y agresiva con este libreto y esta música.

Al menos todos los intérpretes estuvieron aquí perfectamente encuadrados en el espectáculo. No tanto el admirable coro de La Scala magistralmente preparado por Alberto Malazzi. La vertiente musical se benefició de la siempre excepcional Orquesta de La Scala dirigida por Michele Gamba con pulcritud agógica, pianissimi evanescentes y brillantez en los momentos agitados aun a riesgo de atapar al barítono en el “Cortigiani”, consiguiendo un excelente rendimiento con los cantantes.

"Nadine Sierra seduce vocalmente gracias a una voz lírica que domina las agilidades y la línea de canto, alcanzando el ápice en el fatídico 'Caro nome'"

El reparto fue superlativo, con una óptima participación de las segundas partes desde el Sparafucile de Gianluca Buratto a la impetuosa y bien cantada Maddalena de Marina Viotti. Una mención especial la merece el no menos que excepcional Monterone de Fabrizio Beggi por la autoridad del canto y el acento incisivo. Piero Pretti, un Duque de Mantua reducido a la condición de cabecilla de barrio, canta bien por color, intención y una extensión segura que, de habérsele permitido, hubiera podido coronar con el Re bemol la cabaletta “Posente amor mi chiama”, ejecutada en su totalidad. Nadine Sierra, condenada por la regia –como ya lo había sido en la Traviata florentina o en la Lucia del Liceu–, estuvo muy convincente al encarnar a esta Gilda desencantada, ella seduce vocalmente gracias a una voz lírica que domina las agilidades y la línea de canto, alcanzando el ápice en el fatídico “Caro nome”, un momento en el que pareció que el tiempo se detenía.

En cuanto a Amartuvshin Enkhbat como Rigoletto, resultó impresionante. Desde su primer Nabucco en la Ópera de Novara se ha visto en él a un artista de raza, a un diamante purísimo. Su buffone –aquí sin joroba, faltaría más– merecería ser esculpido en caracteres de oro y no solo en La Scala. Probablemente se trata del barítono más completo en la actualidad. quien firma esta crónica, en sus casi sesenta años de frecuentar teatros, no tiene memoria de haber oído un voz igual, sin olvidar a grandes como MacNeil, Cappuccilli, Taddei o Protti.  * Andrea MERLI, corresponsal en Milán de ÓPERA ACTUAL