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'Aida', entre el distanciamiento y la pasión
París
Opéra de Paris
Verdi: AIDA
En 'streaming'
Sondra Radvanovsky, Jonas Kaufmann, Ludovic Tézier, Ksenia Dudnikova, Dmitry Beloselsky, Soloman Howard, Alessandro Liberatore, Roberta Mantegna. Orquesta y Coro de la Opéra de Paris. Dirección: Michele Mariotti. Dirección de escena: Lotte de Beer. 18 de febrero de 2021.
A menudo la superposición de múltiples y variadas lecturas, conceptos, estéticas e incluso lenguajes en la concepción escénica de una pieza teatral, o en este caso una ópera, puede derivar en la ininteligibilidad de la obra y difuminar su efecto dramático. Es el caso de la Aida propuesta por la directora escénica Lotte de Beer para la Opéra de Paris. Es evidente que, de todo el opus verdiano, esta ópera es una de las más difíciles de poner en escena con credibilidad. Inevitablemente, o se tiende al péplum o a lecturas postmodernas que difícilmente casan con un drama de amor y traición de lo más tradicional. Otra cosa son los hallazgos musicales de un Verdi que creía, con Aida, llegar al final de su recorrido creativo.
Es difícil discernir, viendo la producción de De Beer, si Aida le sugiere muchas ideas o más bien ninguna y trata de ocultarlo con fuegos de artificio, algunos de ellos indiscutiblemente brillantes como la escena del ballet, convertida en un repaso de imágenes icónicas vinculadas al colonialismo. Pero, ¿realmente Aida habla sobre el colonialismo? ¿O sobre el racismo? Más allá de posibles lecturas, más o menos acertadas, lo que no puede faltar en Aida es pasión y desgarro emocional. Y ahí reside el mayor hándicap de la lectura de De Beer: un distanciamiento que se manifiesta en dos aspectos. Por un lado, una perspectiva irónica, incluso humorística, que conjuga con dificultad con el drama y su trágico final. Y, por otro, el juego de marionetas que, no solo no produce el efecto poético deseado, sino que crea confusión y dispersión tanto en el espectador como en los cantantes.
Mucho más interesantes fueron las cosas a nivel musical, con un Coro y una Orquesta de la Opéra de Paris de auténtico lujo. Sin duda esta masa coral, de la mano de José Luis Basso, es uno de los mejores del mundo actualmente. Su actuación aquí así lo confirmó. Michele Mariotti estuvo al frente de la orquesta y, en un principio, pareció contagiarse de la frialdad que se transmitía desde el escenario. Pero las cosas cambiaron a mejor con la aparición de Ludovic Tézier. A partir del dúo entre Amonasro y Aida, la temperatura fue subiendo y el rendimiento vocal y musical mejoró en paralelo a un desarrollo escénico más convencional en la parte final. Fue a partir de este momento cuando la lectura de Mariotti fue más convincente y dramática, firmando una gran escena de Amneris y un espléndido final.
Si el rol de Aida es todo un reto para cualquier soprano, aún lo es más en la propuesta de De Beer, que no permite ni mirar a los ojos al interlocutor. Sondra Radvanovsky es, probablemente, la mejor intérprete del rol en la actualidad, aunque no será esta la función por la que su Aida pasará a la historia. Intentó insuflar pasión al personaje desde el primer momento y se mostró en muy buenas condiciones vocales, pero el hecho de estar tan pendiente del movimiento escénico de la marioneta que representaba a su personaje pareció cortarle las alas. Resolvió muy bien «Ritorna vincitor!«, pasó apuros en la ascensión final de «O, patria mia«, subió el listón en la escena con su padre y cerró su actuación con un espléndido dúo final.
Jonas Kaufmann tuvo una buena actuación como Radames pese a sufrir en sus carnes la contradictoria visión del personaje por parte de De Beer. La voz del tenor alemán, en la actualidad, probablemente funciona mejor grabada que en vivo. La pérdida de proyección por un lado, pero también su capacidad para regular la voz desde el forte hasta el susurro, se adaptan bien al micrófono, y el cantante lo aprovecha. Realizó todos y cada uno de los reguladores marcados por Verdi en «Celeste Aida» y se fue creciendo durante la función, seguro en el agudo y expresivo, como siempre, en el fraseo. Pletórico Ludovic Tézier en su aparición como Amonasro, exhibiendo una voz rica y timbrada, pronunciación nítida y un fraseo tan expresivo como elegante. Simplemente extraordinario.
No rayó al mismo nivel la Amneris de Ksenia Dudnikova, y no porque la mezzo rusa no posea un instrumento importante, sino porque, quizás debido a su juventud, su fraseo no tiene el mordiente necesario para un papel de rompe y rasga como el de la hija del faraón. Pese a ello, será interesante seguir la evolución de esta joven y emergente mezzosoprano.
Voz poderosa la de Dmitry Beloselsky como Ramfis, aunque su canto fue, por momentos, demasiado tosco mientras que el Re de Soloman Howard fue más regular. Excelentes las prestaciones de Alessandro Liberatore como Messaggero y de Roberta Mantegna como Sacerdotessa.
La producción se puede ver hasta el próximo 25 de febrero a través del canal Arte y la web de la Opéra de Paris.
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