CRÍTICAS
INTERNACIONAL
Aguas en el foso de un ‘Tristan’ vocalmente brillante
Zúrich
Opernhaus Zürich
Wagner: TRISTAN UND ISOLDE
Camilla Nylund, Michelle Breedt, Michael Weinius, Franz Josef Selig, Martin Gantner, Todd Boyce, Tomas Welank, Andrew Moore. Dirección musical: Gianandrea Nosea. Dirección de escena: Claus Guth. 6 de julio de 2022.
La sobresaliente dirección de Gianandrea Noseda el día interior frente al Falstaff verdiano hacía presagiar que el director musical de la Opernhaus llevaría a buen puerto la monumental obra wagneriana. Pero, lamentablemente, no fue así. Tristan und Isolde en sus manos sonó superficial, ya en la obertura se vio que su lectura no dejaría huella. Tiempos precipitados, ningún tipo de introspección ni juego con los Leitmotiven, dejando fuera de juego cualquier catarsis musical a la que la maravillosa ópera wagneriana, en buenas manos, tiene acostumbrado al público. El primer acto prosiguió con cierta anodina vacuidad –qué pena ese momento culminante después de “Verräter! Ich trink’ sie dir!”, cuando Isolde le arrebata el cáliz a Tristan– y siempre forzando los decibeles de orquesta y coro.
Pero lo peor estaba por llegar. El segundo acto resultó un despropósito, orquesta y escena iban cada uno por su lado, y con la batuta acelerada Noseda no les hizo pasar el mejor momento a los protagonistas, por no hablar de “O sink hernieder, Nacht der Liebe”, donde se perdió toda oportunidad de crear la atmósfera delirante y arrebatadora. Sin embargo, en la tercera escena, la del monólogo de Marke, todo pareció tomar otra andadura más serena y consiguió terminar el tercer acto con cierta solvencia. En el tercer acto, Noseda parece haber tomado consciencia de lo ocurrido y consiguió crear la atmósfera lúgubre requerida para ese desolador preludio, siguiendo con una muerte de Tristan bien dibujada y culminando notablemente el Liebestod.
Los protagonistas hicieron lo que pudieron ante la caótica dirección, pero salvaron de manera excelente la papeleta. La soprano finlandesa Camilla Nylund, que debutaba en el rol, fue una Isolde en mayúsculas; su timbre penetrante y mórbido, su sobrada proyección, su buen decir y una musicalidad muy íntima la convirtieron en una Isolde ideal. Incisiva, dulce y portentosa, Nylund es una soprano dramática que acomete desde las exaltaciones más intrépidas a los momentos más intimistas con absoluta rotundidad y culminó su escena final soberbiamente. Se la espera en su próximo debut como Brünnhilde, en septiembre.
Se trató de un Tristan de voces grandes y dramáticas, de escuela escandinava, y de ello hizo gala el tenor sueco Michael Weinius, quien pudo demostrar todo su abanico interpretativo en la maravillosa muerte que dibujó en el tercer acto. En el segundo, no las pasaría muy bien con la batuta imperante, pero al menos consiguió llevarlo a buen puerto. Por su parte, la Brangäne de la mezzosoprano surafricana Michelle Breedt ha pasado ya su mejor época; su voz, algo desgastada, sonaba estridente y oscilante en el agudo y sin armónicos en las frases en pianísimo, pero, con todo, su prestación fue solvente. De lujo, como siempre, el Marke del bajo alemán Franz-Josef Selig, que respiró elegancia, saber decir y sapiencia wagneriana; y también brillantes Todd Boyce (Melot), aquí como barítono, Thomas Erlank (pastor) y Andrew Moore (timonel).
La producción firmada por Claus Guth en 2008 sitúa la acción en Zürich en la época de Wagner, en casa de los Wesendonck. Bueno, hay quien dice que Tristán e Isolda no se conocieron Cornualles, ni tampoco en Kareol, sino en las habitaciones de la Villa Wesendonck, de donde se gestaban las páginas de la formidable partitura cuando el señor Wesendonck se encontraba de viaje. Precisamente Guth quiso retratar este momento, con un magnífico espacio escénico muy fiel a la época, dando juego al ciclorama con distintas estancias de la villa; habitaciones, comedor y salón de baile se convierte en un lugar para el recuerdo, una estancia para el eco y un espacio para el alma. Entre estas mismas paredes Wagner también soñó ser tan amado por una mujer al borde de la muerte. Todo ello se traduce en una íntima relación entre la obra y el momento en que se escribió, lo que magistralmente relata Guth en su propuesta. * Albert GARRIGA, corresponsal en Zúrich de ÓPERA ACTUAL
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